Si hace unos días hablábamos en este humilde rincón de la victoria (casi) perfecta, bien podría valer dicho titular para analizar el Getafe-Sevilla. No sólo por el marcador, exacto al de Huesca y, por tanto, el más satisfactorio que se puede dar en el fútbol. Decíamos también que el partido del Coliseum se empezaba a ganar en Rennes, ese encuentro al que muchos dieron nula importancia. La tenía, escondida, pero la tenía.
Si el fallo garrafal de Julen Lopetegui la pasada semana fue desenchufar al equipo frente al Chelsea (no por las rotaciones sino por la mentalidad con la que se afrontó el duelo, con resultado contundente), el técnico ha sabido aprender la lección e interpretar el choque de Francia como nada baladí. Romper la racha y coger impulso. Aquello de que una victoria te acerca a la siguiente. La inmolación ante el Chelsea derivó en un 0-4 y un gol en propia meta de Bono ante el Real Madrid. La reacción en Rennes fructificó en un 1-3 y un gol en propia meta de Etxeita.
El partido fue infumable. Por la habitual lentitud del Sevilla y una falta de asunción de riesgos ante el entregado Getafe que quedará ya por siempre enmascarada por el triunfo. Al margen de los incontables pases hacia la portería de Bono, valga un ejemplo: Gudelj estaba preparado para salir justo antes del 0-1. Atraviesa el equipo de Nervión, indiscutiblemente, por un valle físico. La ausencia de pretemporada, que no la Champions, tiene la explicación. Mientras tanto, el habitual juego de asociación extrema que requiere tanto despligue de piernas baja de velocidad. Hasta el punto de que no sorprende a ningún rival. Si el Real Madrid podía replegarse haciendo la conga que llegaría siempre a tiempo, el Getafe CF apenas tenía que replegar porque no atacó al Sevilla FC. Como la SD Huesca. El efecto que tiene ese estilo sevillista es cansar al rival y colocarlo al borde de la perfección si quiere la victoria. Ni la SD Huesca ni el Getafe CF estuvieron perfectos atrás.
Ocurrió, además, algo que puede ser chocante pero que ha quedado ya archidemostrado: menos mal que no entró el disparo de Jordán. El larguero fue el primer aliado del Sevilla FC, que se hubiera encontrado con el aterrador panorama de verse ganando con media vida por delante. Si Etxeita no llega a anticipar la Navidad, seguramente habría lamentos por ese larguero, pero las pruebas de esta sorprendente teoría son abrumadoras echando la vista atrás. Quede, eso sí, como advertencia, que ante tres rivales en crisis que firmaban con sangre el empate antes de jugar, incluido el de Zidane, hubo carencia de colmillo asesino.
Para evitar acabar con un comentario de tintes negativos, es justo recalcar que aunque a paso de tortuga y aburriendo a las ovejas, el Sevilla FC fue mejor que el Getafe. Y al final lo que importan son los puntos, sobre todo cuando se mira a largo plazo. Nadie se acordará de cómo jugó el Sevilla en el Coliseum ni en Huesca, pero sí de que sumó seis puntos. Dos valiosos triunfos que adquirirán más peso cuando el equipo coja la esperada forma física. Los equipos que acaban arriba se ponen guapos en primavera pero también saben sumar puntos en tardes desagradables de otoño con el pijama puesto y un larguero de por medio.
Análisis real y acertado