Los dos grandes sueños del Sevilla

La Navidad es una época de recuerdos y vivencias, pero también de deseos y sueños debido al cambio de año. Propósitos que conseguir y que se logran sólo si antes te los has propuestos. En clave sevillista los hay, tanto institucionales como puramente deportivos. Pero también debe haber un mínimo de tiempo para regocijarse en la culminación de un nuevo año espectacular: 34 victorias en 58 partidos, casi la mitad (28) sin encajar un solo gol, 89 puntos en 42 partidos ligueros, estabilización en la Champions y un simulacro de lucha por la Liga que ha dejado una semilla sembrada.

Los grandes objetivos sólo se consiguen si antes se han soñado, por quiméricos que pudieran parecer. El Sevilla de la segunda década del siglo XXI sueña con hacer un nuevo estadio, con echar el ancla en la Champions, con elevar su marca institucional al nivel que la pelota ha puesto a la entidad. Y con ganar la Liga. Ya hemos hablado en este rincón de esto, de la tremenda dificultad que conlleva pero de la necesidad de soñarlo primero y de apostar todo después al gran título en España. El Sevilla de Monchi y Lopetegui tiene cada vez más armas para cumplir ese sueño. No tiene aún todas las que son imprescindibles, pero sí cada vez más: una plantilla profunda, un entrenador superambicioso detrás del telón, la experiencia de años pasados (hay que perder varias ligas antes de ganar una), la resistencia en las malas rachas, el incremento de puntos en los duelos directos, etc.

Se avecina un mes clave, con el gancho de los Reyes Magos y los propósitos de año nuevo. Se reabre el mercado y la expresión "apostarlo todo" que decíamos antes (el clásico 'all in' anglosajón) incluye arriesgar a la hora de fichar. La limitación económica que supuso no vender a Koundé y ha agravado la eliminación en la Champions nunca fue impedimento para una dirección deportiva que ha demostrado mil veces su tremendo instinto para dar con los refuerzos necesarios. No sabremos cuándo volverá a abrirse la puerta de la LaLiga Santander, quizás se cierre de nuevo otros diez o 15 años. Por eso hay que arriesgar. Si ha resistido heroicamente este huracán que se ha encontrado en un mes decisivo en la Liga, sólo cabe apretar los ojos para soñar más fuerte. Que sea el Real Madrid y no ellos mismos quien le diga a los sevillistas que no pueden ganar la Liga.

El otro gran sueño, hemos dicho, es la construcción de un nuevo estadio. Huyan de sentimentalismos comprensibles y agarren la lógica. A ningún aficionado al fútbol le gusta que le toquen sus símbolos y el Ramón Sánchez-Pizjuán lo es para el sevillista. Por cómo se construyó, por quiénes lo construyeron, por todas las vivencias allí experimentadas, por ser un icono del fútbol y por lo que costó ponerlo en pie (no sólo mucho dinero aportado por los hinchas sino penurias que llevaron a un grande como el Sevilla hasta la Segunda División). Pero el Sánchez-Pizjuán está viejo, demasiado como para que una ampliación superior y una reforma estética sirva para adaptarlo al siglo XXI.

"Tras 30 años el estadio comenzaba a quedarse pequeño y antiguo. Las nuevas exigencias del fútbol requerían comodidades y capacidades que el vetusto campo no podía satisfacer". Estas palabras lucen en los libros de historia del Sevilla refiriéndose al Viejo Nervión, su anterior casa. Y son perfectamente aplicables al Sánchez-Pizjuán. Allí la gran mayoría de sus aficionados ha soportado tres grandes mojadas en apenas unos meses. Y eso en plena sequía. Por esa dura experiencia vivida a mitad del siglo XX, el sevillista tiene en sus genes cierto miedo a que su club se meta en una empresa de tamaña envergadura económica. Dolerá ver demoler el Sánchez-Pizjuán, pero desde hace tiempo parece inevitable. En todo caso, mírenlo así, será la puerta de entrada para los nuevos sueños del Sevilla, que no dejan de ser exactamente los mismos que hace 70 años imaginaba Ramón Sánchez-Pizjuán cuando cerraba los ojos. Apriétenlos más fuerte y sueñen.