Un año. 365 días. ¿O han sido 366 por eso de que 2020 es bisiesto? Bueno, qué más da. Lo que está claro es que el 1 de mayo de 2019 a Iker Casillas Fernández le cambió la vida.
Recuerdo, más o menos, cómo me enteré de su infarto. Era miércoles -sí, he tenido que recurrir al calendario para comprobarlo- y ese día no trabajaba. Creo que estaba viendo una película junto al gran Pepe Jiménez con nuestro otro compañero de piso. Como suelo hacer los días que no trabajo, apenas entré en WhatsApp, para desconectar. Imagino que serían las 17:30 horas o las 18:00 horas cuando uno de los dos me dijo: "A Casillas le ha dado un infarto". ¿Cómo? Creo, de verdad, que nunca lo llegué a asimilar -hasta hace unos días, pero de esto hablaremos luego-. A mi ídolo le había dado un infarto y yo no me lo creía.
Escribía en las líneas anteriores que no había asimilado por aquel entonces que Iker Casillas había estado a punto de perder la vida. Y es cierto. Supongo que sería por la rapidez en la que se produjeron las noticias positivas, porque a veces la actualidad deportiva te devora o porque algo dentro de mí no quería pararse a pensar en ello.
Sea como fuere, el todavía guardameta del Porto se recuperó y las semanas fueron pasando. Qué digo las semanas, los meses. No volvió a jugar, se especuló con su retirada, salieron los rumores de su candidatura a la RFEF, se hizo oficial esto último... y llegó el coronavirus.
Le ha dado a Iker en estos días de confinamiento que vivimos por sacar su lado más periodístico. O al menos el más entretenido. Ronaldo, Bartra, Míchel, Cannavaro... Todos ellos han pasado por el perfil de Instagram de la leyenda del Real Madrid para charlar un rato con él sobre el aislamiento, el fútbol, las anécdotas... y la vida.
Todos, sin excepción, le decían lo mismo a Casillas: "¡Qué susto nos diste!". Y fue ahí, justo en ese momento, en una de esas conversaciones entre amigos, cuando algo en mi cabeza se activó. Acababa de entenderlo: Iker Casillas había estado al borde de la muerte.
Dejó de importarme si volvía a jugar o no. Dejó de importarme si se iba a poder despedir sobre el césped. Dejó de importarme si ganaría o no las elecciones a presidente de la RFEF. Incluso dejó de importarme el futuro (espero) homenaje merecido del Real Madrid. Porque, cuando la vida te da una segunda oportunidad, ¿qué importa lo demás?
Un año. 365 días después. Aquí te celebramos más que nunca, Iker.