En el fútbol, hay amores que no cambian nunca. Se nace amando una camiseta, porque fue bien heredada, bien elegida. Se crece amando jugadores, también entrenadores. Sin embargo, los amores son complejos, hasta impredecibles; ya lo dijo el filósofo francés Alain Badiou: “el amor debe ser reinventado, pero también, simplemente, defendido, porque se encuentra amenazado por todas partes”.
¿Qué sucedió entre los entrenadores Luis Enrique y Robert Moreno en torno del liderazgo de la selección española de fútbol? Sucedió la amenaza en torno del amor de uno y de otro por este deporte y por esta selección. La amenaza tácita de uno sobre el otro, en un contexto de terceros que también eran parte de la disputa -por ejemplo, Luis Rubiales, el titular de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF).
Intento tener una mirada filosófica sobre esta situación amenazadora y amenazante. Para ello, necesito recapitular.
Luis Enrique y Robert Moreno eran amigos y pares de fútbol -los dos son entrenadores y exjugadores. A la estampida de Julen Lopetegui de la selección en junio de 2018 para irse a dirigir al Real Madrid (donde duró lo que una flatulencia en una canasta), en la Federación confiaron los mandos del combinado nacional a Luis Enrique, al que confirmaron hasta la Copa del Mundo Qatar 2022.
Como todo entrenador, el asturiano llegó con su equipo de trabajo de confianza, el que incluía a Robert Moreno como su segundo a bordo. La enfermedad de su hija Xana retiró provisionalmente a Luis Enrique de la selección en junio pasado y, en su lugar, asumió Robert Moreno como entrenador interino.
El uno esperaría el regreso del otro y, en el mientras tanto, el uno elogiaba al otro, a la vez que este otro recelaba del uno. El otro seguía siendo el entrenador “titular” y el uno era el entrenador “interino” que ya tomaba sus propias decisiones.
Ay, los amores amenazados. Un perro no puede tener dos amos. Del mismo modo, el puesto de entrenador de la selección no puede tener dos directores técnicos.
Este mes de noviembre, Luis Enrique avisó que regresaba a recuperar su sillón máximo en el banquillo de la selección, para la cual Robert Moreno había logrado su clasificación para la Eurocopa de (San Mamés) 2020. El amor tenía a uno desarrollando su propio proyecto y al otro buscando un regreso a su objeto amoroso.
El enfrentamiento por el mismo amor: la dirección de la selección española de fútbol, terminó por alejarlos. Un titular del amor no puede tener un interino del amor en el mismo equipo relacional: el vínculo compartido se sacrifica así por la ambición individual de uno y de otro; Abraham Masslow podría explicarlo en su pirámide de seis plantas.
El único amor leal es el de la camiseta. Todo lo demás, en el fútbol, y acaso como en la vida, es fragilidad e impermanencia.
Alejandra Herranz, periodista y blogger
@aleherranz