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El Desgaste y la Dignidad de Valverde

Ernesto Valverde abandona la Ciutat Esportiva.
Alejandra Herranz

El despido de Ernesto Valverde como entrenador del FC Barcelona ayer nomás, me hizo reflexionar en torno de cómo un club se comporta con los suyos. En esta LaLiga Santander, cuando pienso en ello, pienso en el Athletic Club de Bilbao.

Podrá gustar o no su estilo de juego, sus decisiones; podrá hasta discutirse por ello en la mesa de un bar con la cuadrilla o aun en tribunas y crónicas en los medios de comunicación. Lo que no podrá discutirse, es el señorío de Valverde. Un señor y además entrenador.

Era mayo de 2017 y Valverde comunicaba que dejaba al Athletic, con el que tenía contrato hasta el 30 de junio, después de varios meses de cabildeos y rumores que lo situaban muy cerca del banquillo del Barcelona. Entonces, el Txingurri comentó que, tras 4 años en como entrenador del Athletic, se había producido “un desgaste inevitable en el entorno”; que hasta el alcalde de Bilbao le había pedido que se quedara. Pero no. Valverde le respondió en forma de réplica empática: “¿Cuánto dura tu legislatura? Cuatro años, me dijo. Pues eso, le dije”.

Ernesto Valverde abandona la ciudad deportiva.

El fallecido periodista y athleticzale Eduardo Rodrigálvarez escribió entonces en El País: “Se va Valverde convertido en el entrenador que más partidos ha dirigido al Athletic en toda su historia (306), con tres clasificaciones para Europa -una Champions- a falta de la cuarta si el Barcelona gana la Copa del Rey, de un título de Supercopa ‘y sobre eso de haber instalado la obligación en el club de luchar por Europa, porque se consigue lo que se pretende, y si tu objetivo es evitar el descenso te encontrarás evitando el descenso’, afirmó en la rueda de prensa donde le acompañaron todos los futbolistas y muchos miembros del club”.

Y se fue, nomás, al club más emblemático de la ciudad condal, al más enraizado.

En su lugar, llegó al Athletic el Cuco Ziganda, quien terminó yéndose “frustrado, decepcionado y triste” por no haber encontrado la forma de levantar a un equipo tan anímico como el Athletic. Luego llegó Eduardo Berizzo, discípulo de Marcelo Bielsa, quien tampoco cuajó. Para, finalmente, contar con Gaizka Garitano como entrenador del primer equipo.

También es difícil el Athletic, entre las expectativas y lo que se espera del equipo, entre la constitución anímica y la regularidad del juego y la bondad de los resultados. Sin embargo, cuando quienes se van del Athletic lo hacen con una inmensa lealtad, pasan a ser uno de los suyos, de los nuestros. Valverde, Ziganda, Bielsa y Berizzo son de los suyos, de los nuestros.

La andadura de Valverde en Can Barça en dos años y medio, fue de altos y bajos, siempre en medio de una constante presión por estar en un nivel superlativo.  Bajo su dirección, el primer equipo obtuvo dos ligas, una copa del rey y una supercopa; en 145 partidos, tuvo 97 victorias y apenas 16 derrotas. De estas últimas, la final de Supercopa perdida ante el Real Madrid y la que fue ante el Liverpool en semifinales por la Champions League, (finalmente los Reds fueron los campeones), fueron las gotas definitivas que señalaron el rumbo de su futuro en el Barcelona.

Ernesto Valverde y Arthur, durante el entrenamiento (Vía FC Barcelona).

Así es el fútbol moderno de las prisas, donde todo es emergente más que urgente e importante: la primacía del resultado suele arrasar con todo lo demás -por ejemplo, la gestión de un vestuario, la calidad del juego y sus innovaciones y la generación de alternativas. Acaso porque son los resultados los que aseguran un flujo de caja tranquilo para los clubes.

Triste fue que Valverde se enterara por la prensa de los sustitutos que se barajaban. Triste porque estas cosas dicen mucho de la vulnerabilidad individual y de los cabildeos corporativos.

Desde mi punto de vista, el FC Barcelona y el Real Madrid, pese a su enemistad, comparten el ser objeto de aquellos entrenadores y aquellas entrenadoras que todos y todas llevamos dentro, algo que les coloca constantemente bajo el escrutinio de los focos; también, una actitud: ser ingratos con los que han sido suyos. Son clubes donde no se tolera perder, (mucho menos en Europa), donde si no se es primero en todo no sirve. Nada más alejado de la vida cotidiana y de la competición deportiva, donde nada es lineal ni obvio, por mucha inversión que haya.

Desde el sentimiento, mi sensación es que el Barcelona ha sido ingrato con Valverde. Con el señor y con el entrenador, reunidos en la misma persona. Aunque Valverde capeó el enorme desgaste con una gran dignidad.

Cuando Valverde se fue del Athletic, un dejo de añoranza rojiblanca tiñó a los y las athelticzales. Porque se iba uno de los suyos, que son los nuestros. Buena andadura, Txingurri.

Alejandra Herranz, periodista y blogger 

@aleherranz

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