"La experiencia es un peine que la vida te regala cuando te has quedado calvo". No es una frase de Paulo Coelho, ni de ningún filósofo, ni de ningún gurú de la psicología ni de la inteligencia emocional. Son palabras que profirió un boxeador argentino llamado Óscar Natalio Bonavena, más conocido como Ringo. Nació en Buenos Aires en 1942 y murió joven, a los treinta y cuatro años de edad.
Lo asesinaron en burdel. Fue boxeador de peso pesado y peleó contra los más grandes de aquella época, como el 7 de diciembre de 1970, cuando se enfrentó a Muhammad Ali en el Madison Square Garden, en lo que fue unas de las peleas más recordadas del boxeo. Pelearon durante quince rounds, lo que fue un espectáculo para el recuerdo, dejándolo todo para el último asalto. No había título alguno en juego, pero el combate tuvo una gran repercusión internacional y consiguió que miles de argentinos se unieran detrás del televisor para apoyar a su héroe. Finalmente, cayó a lona y perdió, pero no salió derrotado. Tras su asesinato, su cuerpo fue despedido y homenajeado en el estadio Luna Park por cerca 150.000 personas. Hoy en día, la tribuna local del Club Atlético Huracán y una calle de Buenos Aires llevan su nombre.
Si os digo la verdad, no soy muy aficionado al boxeo y para nada conozco historias como ésta ni otras de los grandes púgiles de la historia (que me disculpen aquellos expertos en la materia, que seguramente conocían ya al bueno de Ringo).
Sin embargo, cuando ayer iba conduciendo con la radio puesta, escuché una entrevista a un prestigioso cardiólogo argentino el cual está especializado en patologías relacionadas con el estrés. Como buen argentino que se precie, entre muchas de sus citas y palabras grandilocuentes, citó la frase a la que me refería al principio y me despertó la curiosidad. Indagando después un poco más sobre la vida de Ringo descubrí otras perlas que dejó para el recuerdo. Imaginando a tantos y tantos argentinos detrás del televisor deseando que su compatriota conquistara el Madison Square Garden contra nada más y nada menos que Muhammad Ali, me vino a la cabeza la imagen de la Real de los años 80 que con el inquebrantable apoyo de la provincia más pequeña se plantaba en el paseo de La Castellana y hacía temblar los cimientos del Santiago Bernabéu.
No hay que irse tan lejos para recordar una victoria en el feudo blanco, pero sí conviene tirar de experiencias anteriores para afrontar el choque con las mayores garantías posibles. El Real Madrid y todo su entorno es un peso pesado que incluso aguantándole hasta el último round te puede noquear antes de sonar la campana y mandarte a la lona como un saco de patatas. Resultad un poco paradójico hablar o aplicar experiencias anteriores cuando se trata de un equipo tan joven como es la Real actualmente. Sin embargo, nadie mejor que su propio entrenador quien les puede contar más de una batallita, y con buen final, además. Quizás falten pesos pesados en el plantel como los había hace no mucho tiempo pero también resulta una contrariedad relacionar esa experiencia con alguna garantía de éxito, pues de todo hemos pasado, sufrido y padecido en el estadio merengue. Queda confiar en que se combine el atrevimiento, el descaro y la calidad de los talentosos jugadores txuri-urdines con el punto de experiencia y amor propio que se les pueda inocular desde afuera. Porque, aunque es verdad que a veces la experiencia parece que llega tarde, hay que correr más si cabe para aprender de ella antes de quedarte pelado, como decía Ringo. Ojalá consigamos que se enteran en Madrid de lo que vale un peine, de lo que vale la Real, y podamos volver la próxima vez con alguna cana más y como siempre, bien alta la frente.