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Palillos sí, pero los nuestros

Última visita de la Real al Betis en LaLiga (Foto: Kiko Hurtado).
Ion Urrestarazu

Va para 13 años que llevo viviendo en Sevilla, donde he formado una familia y donde me encuentro muy a gusto. Es verdad que aquí la gente tiene mucho arte, pero al igual que en Donostia no estamos levantando piedras ni cortando troncos continuamente, aquí tampoco a todos les gusta la semana santa, ni los toros, ni están contando chistes todo el rato. Bueno, Joaquín sí. Siempre hay una excepción.

Lo que es innegable de esta tierra es el excelso vocabulario y frases hechas que te permiten describir situaciones o decir cosas difíciles de explicar si no es con esa palabrería tan de aquí. Recuerdo cuando apenas llevaba aquí unos días cuando alguien, no recuerdo quién la verdad, estando por ahí tomando algo y viendo y escuchando un grupito flamenco, me dijo una cosa que a día de hoy recuerdo y que recordaré por siempre. Yo hice un comentario acerca del que tocaba las castañuelas, y esta persona me dijo algo así como “aquí se llaman palillos, cuando te salga decirles palillos es que ya serás como de aquí”. Puedo decir con orgullo que desde hace años les llamo palillos.

Sin embargo, yo realmente soy de otro tipo de palillos. De los de dejarlos marcados de golpear el barril, de los de hacer sonar el tambor cada 20 de enero. Ésos son mis palillos. La casualidad ha querido que la Real visite Sevilla la víspera de San Sebastián y son pocas las oportunidades que tenemos por el sur de poder ver a la Real, este año, Sevilla, Betis y Granada. Quién sabe si pasando de ronda en Copa el destino nos depare un rival andaluz o incluso sevillano. Ojalá. Volviendo de nuevo a la casualidad, el destino quiso que mi primer partido de la Real en Andalucía una vez ya me había venido aquí (con la maleta grande, la de quedarme) fuera en Córdoba un 20 de enero, en 2008, hace ya 12 años. En los días anteriores fueron mis primeros contactos con la Peña El Sur, es pequeña gran familia, y disfruté y me emocioné de manera inolvidable con una cena organizada la víspera donde a través del canal satélite vimos la izada en directo, y tocamos la tamborrada. Allí, en Córdoba, unos cuantos locos, con los gorros de cocinero puestos y con los palillos en la mano. Los nuestros. Un recuerdo inolvidable y una sensación indescriptible, momentos que te regala la vida cuando te cruzas con gente especial.

Este domingo no estaré en el campo apoyando porque estaré ya en San Sebastián con los nervios habituales de cada víspera. El Benito Villamarín será una caldera a esa hora del mediodía y tendrán ganas de fiesta. Nosotros tenemos más, porque es la víspera de nuestro día, y si tiene que haber una fiesta, aunque sea en tierra flamenca, que los únicos palillos que suenen sean los nuestros, los del barril, los del tambor, los que tocarán el txuri-urdin en cientos de tamborradas apenas unas horas después.

A mí que la tamborrada me pone la piel de gallina, no se me ocurre mejor forma de comenzarla que ganando en Sevilla.

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