Si me preguntaran a quién me gustaría parecerme diría que me gustaría ser como ellos. Me explico.
Llevo muchos años fuera de Donostia y lo que antes para mí era algo normal como ver a la Real en directo, en el campo, una semana sí una no, desde hace mucho me parece algo maravilloso, una oportunidad que no puedo dejar pasar siempre que pueda. Como esa situación me resulta imposible desde hace años, he experimentado y desarrollado cierta capacidad de sobrellevar los partidos en la lejanía que tan bien me hace sentir (a veces). Para lo bueno se me queda muy corto el plan (me faltan hombros sobre los que ponerme de espaldas al televisor) y para lo malo…para lo malo también. Porque no hay nada mejor que tener cerca a alguien que esté igual de fastidiado que tú para sanar las heridas. Y eso me falta.
Veo por la tele los partidazos de la Real y me entra envidia. Quiero ser como ellos. A parte de gozar lo que no está escrito, vuelvo a ser ese niño pequeño que quería ser jugador de la Real. Veo cómo hacen vibrar a tanta gente que no me imagino cómo tienen que sentirse por dentro. Tengo muy claro que nos hacen disfrutar porque ellos mismos disfrutan primero. Y eso se nota, se ve, es el motor de arranque de nuestro regocijo.
Hablando de todo un poco, esta semana ha hecho seis meses que mi (ex)mujer y yo nos separamos, cosas de la vida. Después de dieciséis años juntos no está siendo fácil cogerle el punto a la nueva situación, digamos que como se suele decir, estoy en periodo de adaptación, conociendo el club, la gente, haciendo una pequeña pretemporada de aclimatación. El otro día salí por ahí con amigos a tomar algo por la tarde y entre una cosa y la otra entró la noche. De repente estaba sólo en la barra de una discoteca viendo cómo la gente bailaba y se lo pasaba genial, en grupo, en pareja, en cuadrilla…y por un momento también quise ser como ellos. Mientras sonaba Nocheochentera quería ser como esa gente que reía sin parar a la vez que movías los brazos, pero tampoco podía dejar de querer ser como los Oyarzabal, Take o Brais que tanta envidia me dan. Hubo un pequeño cruce de cables en mi cabeza difícil de describir que me llevó al punto en el que estoy ahora.
Ya no voy a ser como ellos, no voy a jugar la Champions, ni la del futbol ni la del guateque, pero nada ni nadie me va a impedir disfrutar como un niño de lo que mis ojos puedan ver y mi cuerpo pueda sentir, por eso iré a Lisboa con Andoni y sus casi ocho años de atrevimiento y desparpajo a animar a la Real y cualquier otro día bailaré sin complejos lo que el DJ de turno esté pinchando en el garito de turno. Porque ahora, en el campo y en la pista, me gustaría ser como ellos.
Juguemos, bailemos.