Víctor Fernández tiene fe en el ascenso. Pero no le vino ahora, la tiene desde que decidió continuar en el banquillo del Real Zaragoza cuando toda la afición se lo pidió a coro en La Romareda. El entrenador siempre ha creído que el objetivo es posible y en él ha puesto todo su empeño. Como técnico, como portavoz oficial del club, como supervisor de los fichajes... En todas esas funciones, el del Barrio Oliver se ha dejado todo para conseguir una plantilla fuerte y competitiva. Su papel en la conformación del equipo ya resultó fundamental en verano y no ha sido menor en invierno. Todo esto dejando por descontado su aportación táctica constante e inexistente en toda la categoría que sirvió para salvar el descenso el curso pasado y para anclar al equipo en los puestos de arriba en la presenta campaña.
La fe de Víctor en el ascenso permaneció intacta a pesar de caerse la negociación con Sergio García, después de conocer el problema cardiaco de Dwamena y cuando se complicó la recuperación de Zapater. El técnico sólo está focalizado en el objetivo de volver a Primera y lo está peleando contra viento y marea. Contar con el entrenador en activo que más partido ha dirigido en Primera y con el mejor conocedor de la 'casa', con más de 400 partidos dirigidos al Real Zaragoza, da una ventaja notoria. Pero lo que le hace diferente es su ilusión por ascender y su fe en lograr el objetivo. Las largas lesiones de hombres clave como Vigaray, Atienza y Cristian o el bajo rendimiento de Kagawa no fueron suficientes para sacar del camino a Víctor.
El técnico zaragozano se empeñó en Puado y pudo venir Puado. Ahora se ha empeñado en Burgui y ha podido venir Burgui. Nada de fichar por fichar. Pidió más energía en la zaga y ha llegado El Yamiq y la baja de Ros trajo a Dani Torres. Ya no queda tiempo para lamentar mejores incorporaciones o para pedir un esfuerzo económico -que parecía lógico- a los dirigentes. Es tiempo para remar todos juntos. Hacia la misma dirección. Apenas cuatro meses de esfuerzo común en todos los estamentos del zaragocismo. Tiempo para contagiarse todos de la fe de Víctor.