Por Fran RoalesEl Sevilla marcha fenomenalmente bien en la Liga. No se pueden lanzar las campanas al vuelo por ganar al Real Madrid, que venía de perder ante el Getafe, como tampoco podían llover palos por perder contra el Barcelona. La clasificación habla. Y sin embargo, los que hablamos del Sevilla, al menos los que entendemos que para que lleguen los resultados hay que jugar a la pelota bien y después todo lo demás, los que amamos el fútbol, le ponemos matices. Yo prefería un Sevilla no muy lejano.Un cuadro que jugaba muy bien al fútbol o al menos lo intentaba, ambicioso, que ganaba Copas de la UEFA. Y no lo hacía con Poulsen o Keita, o con
Capel, sino con Martí y con Maresca en el centro del campo. Con Alves y con Castedo. Con Navas y con Luis Fabiano, y con muchos de los que ahora
siguen. ¿Nadie se acuerda de lo que quería ser este club en el mundo del fútbol hace poco? Me da la sensación de que el Sevilla ha dado un giro provocado desde arriba. No lo digo sólo por lo que ahora pasa en el campo, sino también en las oficinas, en los que configuran el equipo tres meses antes del inicio de la Liga y deciden qué quiere ser.Veo que en vez de buscar una línea de continuidad en el juego que le ha llevado a sus éxitos, este Sevilla de Jiménez quiere parecerse más al de Caparrós que a cualquier otro. Incluido, al Sevilla de los títulos, el Sevilla de Juande Ramos. Adiós, pelota, adiós. ¿Fue Juande Ramos y todo lo que le dio a este club un accidente en su filosofía, en lo que debe estar por encima de los entrenadores y de los jugadores, de su historia, de su futuro, de lo que quiere ser? A este Sevilla lo pretenden convertir en un equipo empatador, que sale a los campos a no perder, cuando lo ha conseguido todo como equipo ganador. Este Sevilla respira planteamientos de portero suplente o de defensa cumplidor. A este Sevilla le dicen que tiene que estar arropadito antes que acudir al ingenio, como cuando sus grandes éxitos llegaron desde la utopía del buen gusto. Hay equipos que no tienen otro destino que correr detrás de la pelota porque no tienen más cera que la que arde, pero sinceramente, no es el caso de esta plantilla. ¿Cuáles fueron los accidentes, los fichajes que se hicieron a la imaginación o a esos que se les paga por kilómetro recorrido? Me parece una falta de respeto además que desde el enorme Sevilla, el que tiene la mejor plantilla y ha cosechado los mayores éxitos, se establezca la comparación con la acera de enfrente, con un equipo que potencia su buen rollo, sus ganas de pelota y sus
cualidades ofensivas a pesar de que sean inferiores, y a pesar de que tiene todo por demostrar, sólo por el hecho de que juega como quiere, y porque su entrenador reconozca que no le piensa poner freno. Entiendo que a muchos profesionales sevillistas les provoque no envidia, pero sí melancolía, y que estén obligados a opinar cuando no deberían hacerlo.
No es esa la guerra del Sevilla. Aunque los que mandan se la propongan.