Los ardores de la resaca del fin de semana empiezan a cronificarse en toda casa malaguista. Es normal; a ninguno nos gusta perder y mucho menos la sensación de incapacidad que transmite el equipo. Hemos podido leer todo tipo de crónicas retratando una realidad parecida: un equipo inoperante y sin alma. “Nos volvemos con una derrota en nuestro primer viaje de la temporada. ¡Gran desplazamiento malaguista! Próximamente más…”, este fue el relato oficial de los desplazados que vivieron en directo el último ridículo blanquiazul sobre el césped. Dice mucho en pocas palabras. Pareciera que no les importa el resultado, ¿no? Simplemente se felicitan por el desplazamiento y prometen más. ¿Para vivir otro ridículo? ¿Pese a la paliza de autobús? El fútbol somos los hinchas, decíamos. Pero hay que sentirlo para entenderlo. Ahí tienen otro ejemplo.
El sorteo de la Copa nos recuerda a otros tiempos. Tan difíciles como felices, diría. Al menos, desde la distancia, se recuerdan con cariño; aunque preferiblemente mejor no volver nunca a aquellos campos de tierra. Si miramos a nuestro alrededor, seguro que reconocemos a muchos compañeros de viaje. Felizmente, sigue en el barco Súper Basti, goleador aquella tarde de 1991 ante el Escobedo y hoy, el mejor embajador malaguista posible. Como dice la canción, la mayoría de jugadores y directivos ya no están. Claro que no, estamos los de siempre, a los ‘serafines roldanes’ y ‘manolos hierros’ de turno sólo los recordamos como una mala anécdota. Qué cierto es que no hay camino sin piedras, como la que llevamos ahora en el zapato y parece que no hay forma de quitarse. Pero ya saldrá, cuestión de tiempo.
Como dice la canción, la mayoría de jugadores y directivos ya no están. Claro que no, estamos los de siempre, a los ‘serafines roldanes’ y ‘manolos hierros’ de turno sólo los recordamos como una mala anécdota
La añoranza de aquellos años pasados nos la dan nuestras vivencias malaguistas. Como este último desplazamiento. A final de temporada, esperemos que salgan las cuentas; pero en unos años nadie se acordará del resultado. Recuerdo aquel partido de Copa del Rey, creo que fue ante el Alzira, en la maravillosa era de Peiró. Como se esperaba poco público en La Rosaleda, la directrices eran abrir únicamente la Tribuna. Pero ‘Mingui’ y unos cuantos más de ‘Los de siempre’, pegaron a su puerta habitual. “Quién es”, se escuchó desde el otro lado de aquel antiguo portón de hierro pintado de marrón. “El Frente Bokerón”, respondió ‘Mingui’, quien entonces dirigía la animación de la grada. Y todos para dentro al clásico grito de “Aquí está el Frente Bokerón”.
Como digo, ni me acuerdo del resultado; sólo que salí antes de la Escuela de Idiomas para ir al fútbol; del bocadillo que me preparó mi madre para cenar en el descanso; y del buen rato que echamos en el Fondo Bajo de La Rosaleda. También de un central de enormes dimensiones y poca planta de futbolista que trajo aquel equipo visitante. Puestos a recordar, confío que muchos no olviden los bufandeos que iniciaba el 'Manué' y su cara de felicidad cuando se coreaba su nombre. Sirvan estas líneas para honrar su memoria. El malaguismo, que han vivido avatares de todo tipo, debe saber que los resultados son efímeros. Sigamos llenando de vivencias nuestras vitrinas. Si llegara algún trofeo, mejor que mejor, pero ahora nos vale si cuadran los números. Como decía el tuit: “Próximamente más”. Pues eso. Nos vemos en La Rosaleda.