Sin confianza es imposible

Por Fran Barbosa Odiel Información

Al término del encuentro ante el Albacete, Raúl Agné reconocía que el equipo no termina de jugar como él querría. Hablaba de virtudes que se convierten en defectos, que sus jugadores quieren demasiado el balón al pie y que no corren al espacio. Demasiadas conducciones, al fin.

No seré yo quien lleve la contra al técnico en algo en lo que tiene su parte de razón, pues en partidos anteriores daba la sensación de que ni siquiera Xavi Hernández sería capaz de hacer que este equipo juegue a algo, porque los de delante no se mueven, no buscan el espacio y no dibujan líneas de pase. Ya se sabe, sin movimiento, no hay fútbol.

Pero no sé si esta cuestión es la punta del iceberg. Ante el Albacete si se vieron algunos de estos movimientos sin balón que tanto se demandaban, con hombres que, incluso, sorprendían desde atrás y que no veían su esfuerzo recompensado con un pase.

Detecto un cierto exceso de individualismo, demasiadas ansias de lucimiento personal. O eso, o falta de confianza en los compañeros, lo cual me parece más grave aún. En nada me extraña que el mejor del partido fuera Aitor mientras se mantuvo sobre el césped. El capitán, quizá privado de la capacidad técnica que sí tienen otros, ha sabido madurar y el tiempo le sienta como a los mejores vinos. No sólo se atreve con algunas jugadas personales que llevan peligro al área contraria, sino que busca la asociación con sus compañeros como elemento fundamental.

Uno, dos toques a lo sumo, y movimiento. Abandonar un espacio para encontrar otro y buscar el desmarque del compañero para darle el balón en la mejor situación posible. Ésta es la clave del fútbol, pero necesita de solidaridad en defensa y confianza en ataque, pero no sólo confianza en uno mismo, sino en el jugador que acompaña y que se desmarca. Si cada uno sigue empeñándose en hacer la guerra por su cuenta, seguramente la perderán todos.