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La prueba del nueve

32 años siguiendo la información del Athletic.

César García, Athletic Eup!

 
Supongo que todos recordamos a estas alturas algo tan pretérito como aquellos primeros pasos en el mundo de las operaciones matemáticas; si mal no recuerdo, la célebre “prueba del nueve” tenía como objetivo demostrar que las divisiones estaban correctamente efectuadas. 
 
Pero no estamos aquí obviamente para hablar de matemáticas sino de algo bastante más serio, un Athletic que está en estas últimas jornadas viviendo su particular prueba del nueve, o por decirlo de otro modo, está experimentando cómo es la vida sin nueve, o por rizar el rizo, sin nueves. 
 
Este caso por lesión, otros, lo más grave, por elección, sí, sí, por elección propia, sea por cuadrar números aún a costa de descuadrar, descapitalizar plantillas, sea por descarte del técnico de turno, sea por escaso tino a la hora de fichar, pero el caso es que estamos viviendo sin nueve, y es bastante difícil manejar un teclado, un teléfono y aún más un equipo, sin el susodicho dígito. 
 
Puede resultarnos incluso didáctico recordar en los meses venideros lo que fue la vida sin nueve, sobre todo tras comprobar lo plácido que es vivir con uno, y por cierto, uno muy bueno, no lo olvidemos. Por tanto, tocará tasar cuánto supone en nuestra plantilla, en nuestro once, este nueve. 
 
Reconozco no ser objetivo pero tampoco oportunista: recuerdo perfectamente mi primera reacción aquella noche copera ante el Lanzarote. Creí que estábamos al fin ante la llegada de un jugador especial, alguien que venía para quedarse, que llamaba con fuerza y que era uno de los elegidos para dar relevo a una generación y a otro nueve de enorme calidad entonces imprescindible. 
 
Siempre valoré la figura de lo que en Inglaterra llaman “One club man”, que no es otra cosa que el jugador que desarrolla toda su carrera en un sólo club: lo que fueron grandes de nuestra historia, los Iríbar, Piru, Txetxu Rojo, y entre otros y como último y reciente caso, Julen Guerrero. 
 
Pues bien, aquél día del Lanzarote veía en Fernando Llorente a alguien que de ser otro de nuestros  “One club man” sin duda estaba destinado a figurar entre los máximos anotadores de nuestra historia, alguien llamado a pasar de 200 goles en partido oficial vestido con la zurigorri, un delantero de futuro y llamado a enormes logros y trascendencia en el Athletic. 
 
Posteriormente llegaron los años grises y, sea por un difícil entorno para crecer futbolísticamente, sea por debilidad de carácter, o por todo un poco, vino su estancamiento, al punto de parecer que precisaba madurar vía cesión, curtirse fuera de casa, o incluso que se estaba perdiendo. Llegaron los silbidos y las críticas acerca de una hipotética falta de implicación.  
 
Soy de los que, desencantado ya, prefiero rendimiento a implicación, al punto de haberme sentido más orgulloso de un celebre hijo de expresidente de club vecino que dejaba todo en el terreno pese a sentir otros colores, que de quien con presunto label zurigorri día tras otro me decepcionaba, por mucho que luciese ropa interior oficial del club. La implicación ya la aportamos los que estamos siempre, a las duras y a las maduras: al jugador le exijo rendimiento, y el nueve lo da. 
 
Fué sin duda la llegada de Caparros, su trabajo individual e inequívoca apuesta por él, reconozcámoslo, el empujón definitivo en su formación, labor en la que intervinieron muchos y a la que  ayudaron sin duda sus innatas condiciones. Y llegamos al presente, al hoy, a un Athletic ilusionante y de enorme futuro en el cual goza del rol de jugador franquicia: vemos cómo no cuadra la prueba del nueve cuando él no está. 
 
Nunca jugador por encima de institución, colectivo y club siempre por encima de individualidad, pero sin engañarnos: futuro deportivo y económico, (No olvidemos la repercusión financiera, el retorno del éxito deportivo al club), pivotan sobre cuatro o cinco pilares, cuatro o cinco jugadores, los que el anterior presidente llamaba estratégicos; en cualquier gran club o empresa la diferencia la marcan pocos, y colabora el resto; remuneraciones y responsabilidades van en consonancia. 
 
Toda esta parrafada para hacer ver lo clave de la inaplazable negociación para atar al nueve. No nos engañemos, estamos ante una renovación que puede llevar a cifras de asustar, pues sería de asustar su precio de mercado con la carta de libertad en 2013. 
 
Habrá a quien asuste un efecto dominó, jugadores haciendo cola pidiendo mejorar sus emolumentos; estimo que no más de tres o cuatro puedan considerarse imprescindibles, y en ningún caso tan insustituibles como el nueve: parece que desde abajo nada viene que garantice un relevo razonable. 
 
Por otra parte, lo que aporta, como prueba su ausencia en los últimos partidos, puede ser la diferencia entre aspiraciones europeas o zona de nadie en la tabla, y eso también se traduce en merma de ingresos y en fidelización de otros componentes de la plantilla: no descartemos que algunos jugadores ilusionados en un Athletic competitivo que aporta prestigio, se desmotivarían y saldrían si nos descapitalizamos y desprendemos de nuestros jugadores relevantes. 
 
Dicha negociación debiera empezar por un claro y nítido mensaje de Fernando, un categórico “Me quiero quedar”; a partir de ahí hablar, negociar, buscar el acuerdo sin dejar ya pasar tiempo ni unos, ni otro. La negociación no puede sobrepasar el inicio de primavera, y seguramente rompiendo todos los históricos e hipotéticos topes salariales del Athletic, como en su día la de Julen o Joseba, y de no llegar a acuerdos por desgracia debiera valorarse la venta en verano y que el club al menos haga caja. 
 
Siempre me han preocupado los números, la sostenibilidad económica del club, pero juzgo muchísimo más dañino, más irritante, el derroche por medianías, el dinero tirado por un jugador que nunca cuajará en el Athletic, que teniendo contrato en otro club es presentado a la brava y que sin duda multiplica muchas veces el coste por minuto de Messi o Cristiano Ronaldo; me preocupa la compra sistemática a millón de laterales izquierdos que no aportan utilidad, la venta de arietes en su plenitud para tapar agujeros económicos por cifras que ni siquiera se cobran. Me preocupa, en definitiva, lo mal que se han gestionado nuestros contados recursos, y cómo ello ha lastrado el poder ahora retener a quien a día de hoy, es nuestro mayor recurso. 
 
En definitiva, creo que estamos ante la disyuntiva que puede plantear una cifra mareante pero que puede ser recuperable gracias a lo que retornaríamos como equipo capaz de asentarse y competir con regularidad en Europa, o empezar a descapitalizarnos deportivamente con el consabido efecto dominó y salida progresiva de nuestros pilares. 
 
Es posible que por desgracia el coste de la plantilla en los próximos años crezca en proporción al talento de la misma pero, según algunos, cierto contrato televisivo recientemente firmado a toda prisa en los previos de las elecciones del 7-J, posibilitaría  afrontarlo. 
 
En fin, deseo que unos y otro hagan posible el acuerdo y asentemos un proyecto de plantilla joven, con mucho fútbol y años por delante. Por desgracia, vendrán generaciones de menor nivel y coste. 
 
Ah, y me mojo, no apostaría en el presente por quien lo debimos hacer a ciegas cuando era útil, cuando era nuestro: afrontar su fichaje es destinar de nuevo los recursos que tenemos a traer al de fuera en lugar de a mantener al que ya tenemos Y NECESITAMOS. Y además, no sería barato 
 

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