Hace algo más de un año, el 13 de julio, llegó Marcelo Bielsa a Lezama. Dos días después, el 15, dirigió su primer entrenamiento sobre el terreno en el campo de La Oliva, lugar de concentración de los leones entonces. Han pasado doce meses desde que el técnico recaló en el Athletic de la mano de Josu Urrutia. También hace un año, e incluso más, la polémica, interesada, acompañó los primeros pasos del rosarino como rojiblanco. Durante la campaña electoral se llegó a poner incluso en duda que Marcelo Bielsa se hubiera comprometido con la candidatura de Urrutia, hasta el punto de que el equipo del futuro presidente tuvo que improvisar una accidentada presentación a través de videoconferencia, donde el entrenador explicó el trabajo que ya había adelantado en cuanto a conocimiento de los que serían sus pupilos. Celebradas las elecciones el día 7 de julio y proclamada vencedora la candidatura de Urrutia, no acabó la inquietud en torno al técnico, que tardó seis días en llegar a Lezama, tiempo suficiente para que no faltaran las más disparatadas conjeturas. Luego llegaron los descartes, la segregación del grupo de los jugadores con los que el entrenador no contaba y el consiguiente incidente con mediación de la AFE incluida. No, no se puede decir que lo que rodea a Bielsa tenga mucho que ver con la rutina porque doce meses después, justo cuando se cumplía el año de la victoria electoral de Urrutia, estalló el ya famoso lío de las obras que, afortunadamente parece reconducido y en vías de solución, aunque esté haciendo falta doblar los turnos de trabajo.
El fútbol del Athletic ha dado un giro copernicano de la mano del entrenador de Rosario y ha recuperado virtudes que fueron santo y seña de la entidad y que llevaban demasiado tiempo relegadas a la condición de leyenda por culpa de un pragmatismo mal entendido y una cada vez más alarmante deriva hacia el conformismo a base de usar las señas de identidad del club como disculpa de mediocres en lugar de hacerlas valer como fortaleza.
De la mano de Bielsa el Athletic ha recuperado el viejo estilo, la fiereza, la ambición, la convicción de que se puede ganar en cualquier escenario y ante cualquier rival. Presionar arriba y llegar cuanto antes al área contraria, confiar en las propias posibilidades, no volver nunca la cara, no refugiarse en un victimismo interesado...son las caracteristicas de siempre que han hecho grande al Athletic y que hemos visto recuperadas este último año. Claro que el juego admite matices y que este equipo no juega como lo hacía el de comienzos de la década de los ochenta; pero tampoco aquel jugaba como lo hacía el de los cincuenta o el de los cuarenta. La lógica adaptación a los tiempos, la adecuación del estilo al perfil de cada grupo de futbolistas es obligada pero no oculta los cimientos donde lleva asentándose todo el entramado a lo largo de más de cien años: orgullo y confianza ciega. La mejor explicación se resume en la anécdota de un histórico rojiblanco, ni mucho menos uno de los más dotados técnicamente, quien cuando el entrenador le confió en la caseta la tarea de marcar a DiStéfano, le respondió: "Que me marque él a mí".
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