Es Noticia

Misa de 12

32 años siguiendo la información del Athletic.

 

Son varios partidos ya los que llevo acudiendo a San Mamés sintiendo una sensación extraña, diferente, mística. De camino a La Catedral, según apuro los últimos metros de la Gran Vía antes de enfilar Sabino Arana, levanto la cabeza y dirijo la vista hacia lo más alto del monumento al Sagrado Corazón. Y noto cómo Jesús, con tres de los dedos de su mano derecha extendidos para bendecir Bilbao, me lanza un guiño y me devuelve su mirada serena, tranquilo y confiado. Jesús es rojiblanco y Begoña, su amatxu, zurigorri. Y esto es así. Es dogma de fe. Amén. 
No hace falta ser un iluminado, aunque algunos nos vean así; no es necesario creer en la Santísima Trinidad, que es trina y una; ni siquiera es preciso poseer el poder de levitar sobre la muchedumbre en Pozas una tarde-noche de fútbol y épica, para convencerse de que Dios solo creo un equipo perfecto y que a los demás los llenó de extranjeros. Hasta los más descreídos comulgan con este credo, científicamente demostrado, por otra parte. ¿O acaso alguien duda de ello, ahora que las fuerzas del equipo parecen flaquear y nuestra fe, antes inquebrantada por el éxito, amenaza con romperse a jirones porque los dorsales 5, 9 y 24 cambian de parroquia o porque la pelota entra en la portería equivocada más veces de lo normal? 
Este domingo se celebra misa de nuevo en La Catedral. A las 12. Con la liturgia de siempre pero a la hora del Ángelus, el rezo que llenaba de solemnidad los frontones cuando sus paredes todavía lucían blancas. Recibimos por última vez en San Mamés al Valencia, que junto al Real Madrid y FC Barcelona, es uno de los tres grandes clubes de la Liga que aún faltan por despedirse de San Mamés. Una cita, por tanto, imprescindible para la parroquia rojiblanca. 
Decía que son varios partidos ya los que llevo acudiendo a San Mamés con una sensación extraña. Y no solo porque el Sagrado Corazón de Jesús me devuelve la mirada cuando paso a su lado buscando su guiño cómplice. Es añoranza. Desde que he aceptado mi nueva localidad en el nuevo campo, cada vez que voy a San Mamés, a la finalización del partido no puedo evitar fijarme en el Arco y comprobar que allí, bajo su sombra, se quedarán para siempre algunos de los momentos más felices de mi vida. Desde los más cercanos en el tiempo, como la mítica noche del 26 de abril de 2012 y aquel gol en el minuto 89, a otros mucho más lejanos, como la de mi primer partido en San Mamés, agarrado de la mano de mi aita, una tarde de diciembre de 1974 a la que un solitario gol de Cardeñosa no fue capaz de quitar el brillo. O aquel 29 de abril de 1984 con el doblete de Rocky Liceranzu. Y por qué no, también la angustia, primero, y el enorme alivio, después, vividos un 17 de junio de 2007 frente al Levante. 
Con la misma devoción que el primer día volveré este domingo a mi cita con San Mamés. Y la verdad, no me preocupa tanto si será Iturraspe o Muniain quien cubra la baja de Herrera. O si entra Ekiza y sale San José. O entran ambos. Ni siquiera si al loco Bielsa le da otro arrebato y coloca de nuevo a Raúl en la portería. Tampoco me preocupa lo que haga Valverde con su equipo. Todos los jugadores de la plantilla valencianista tienen calidad suficiente para poner las cosas muy difíciles a los rojiblancos. 
Tengo la convicción de que juegue quien juegue, veremos un gran encuentro, uno de los últimos grandes partidos que le quedan por vivir a nuestro centenario San Mamés. Y tengo también la absoluta certeza de que el Athletic ganará. Esta vez veré el partido en el campo junto a dos amigos chés que vienen en peregrinación desde Valencia a rendir tributo a San Mamés. Será su primera vez. Se llevarán a Valencia tan solo el recuerdo. Porque los tres puntos se quedan en Bilbao. Este domingo hay misa de 12 en La Catedral. Que recen ellos. 
Jaime Pinedo Goiria, periodista y socio del Athletic Club 

Escribir comentario 0 comentarios
Deja una respuesta
Su comentario se ha enviado correctamente.
Su comentario no se ha podido enviar. Por favor, revise los campos.

Cancelar