Ya se sabe que por aquello de la ausencia del término medio en casi todo lo referido al análisis de nuestro equipo, cuando nos ponemos cenizos de verdad, lo bordamos. Por mucho que sepamos y estemos convencidos de que son los propios jugadores y técnicos los primeros escocidos por el qué y el cómo transcurren ciertos partidos. Da igual. Nos apetece de vez en cuando la tendencia a la debacle, amenizada además por esa afición de barra de bar -llevada a dogma de fe en los últimos tiempos- que consiste en considerar injustos, en este caso por excesivos, los 20 puntazos que los de Valverde tienen a día de hoy en la clasificación.
Lo cierto es que intentando repasar la semana pasada con algo menos de pasión, hay un aspecto en el que apenas hemos hecho hincapié los sesudos 'analistas'. Se jugaron tres partidos, disputados en un ínterin de tiempo muy complicado. Entre el final de Getafe y el inicio en el Manzanares no hay seis días completos. Y encima hay que incluir dos desplazamientos por el camino. Nadie, absolutamente nadie en todo el campeonato –ni siquiera los equipos europeos- ha soportado de repente un trajín tan exhaustivo.
¿Ahí es donde se podría decir que el Athletic no ha estado a la altura, a la hora de la dosificación de los esfuerzos y de la recuperación? Pues puede ser. Y aunque siempre le vamos a pedir a nuestro equipo la preparación suficiente como para rendir dos veces por semana, al ritmo continental que se le presupone, aquí hay que considerar que llevaba en las alforjas un extra de tamaño considerable.
Este Athletic, como muchos otros que ha habido, como todos diría, necesita hacer de la intensidad, de su desgaste, su principal argumento. Repetir movimientos, insistir y dominar un tempo alto el mayor número posible de minutos. Por encima de los nombres propios que compongan la alineación e incluso por encima del sistema táctico elegido. Cuando falla esa capacidad coral o no está trabajada en plenitud en el entrenamiento y la recuperación –que ojo, también puede ser lo lógico a estas alturas del calendario- se pasa a depender más de las capacidades individuales de cada jugador. Y ahí es donde vemos que saltan las costuras con asiduidad. ¿O es que acaso no nos conocemos?
Por Guillermo Estecha, Periodista @gstcha