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Fiebre en las gradas II

32 años siguiendo la información del Athletic.


He vuelto a releer “Fever pitch” (“Fiebre en las gradas”), libro publicado en 1992 por el periodista inglés Nick Hornby, en el que realiza una aguda disección de su obsesión por el fútbol y el Arsenal a través de un relato autobiográfico a ratos agridulce pero siempre mordaz, divertido y salpicado de múltiples anécdotas, nombres propios y referencias que lo hacen obligado para todo aficionado al fútbol, por mucha aversión que se tenga a la lectura más allá de los programas de los días de partido y los diarios deportivos. 
 
Dando por hecho que quienes leen estas líneas son aficionados al fútbol e hinchas del Athletic, no me cabe ninguna duda de que al leer “Fiebre en las gradas” se sentirán irremediablemente identificados con Nick Hornby, con este apasionado hincha gunner cuya vida, como él mismo confiesa, no se rige por el calendario gregoriano sino por el calendario de Liga, por el “fixture list” de su equipo. Al igual que Hornby ¡cuántos de nosotros no habremos desbaratado planes propios y ajenos, no habremos puesto en riesgo amistades y relaciones de pareja, no habremos sacrificado tiempo y dinero por nuestra obsesión por el Athletic! 
 
Tampoco tengo ninguna duda de que Nick Hornby hubiera escrito, si no el mismo, sí otro libro muy parecido si en lugar de haber nacido en Redhill lo hubiera hecho en Deusto. Al fin y al cabo, si como relata, el Arsenal y él están hechos el uno para el otro, unidos en la salud y en la enfermedad, en el éxito y en el fracaso, ¿no le ocurriría lo mismo con el Athletic, tal y como nos ocurre a nosotros? Apuesto a que sí. 
En estas citas de su libro (espero que mi traducción haga justicia), Hornby explica esta relación hincha-club con la que nos sentiremos plenamente identificados: 
  
“Me enamoré del fútbol del mismo modo del que más tarde lo hice de las mujeres: súbita e inexplicablemente, de forma acrítica, sin caer en la cuenta de todos los sinsabores y trastornos que me acabaría causando” 
 
“Volvía a tener la impresión, sólo que esta vez mucho más profunda y aterradora, de que estaba encadenado al club, y por tanto a esta miserable vida, para siempre” 
 
 “Después del partido contra el Swindon descubrí que la lealtad, al menos en el fútbol, no era tanto una opción moral, como la bravura o la bondad, sino más bien algo parecido a una verruga o una joroba, algo que hay que sobrellevar de la mejor manera posible” 
 
“Por primera vez, aunque no por última, comencé a darme cuenta de que los estados de ánimo del Arsenal, de euforia o depresión, reflejaban de alguna manera los míos propios” 
 
Nick Hornby mencionaba hace más de 20 años en “Fiebre en las gradas” algunas de las transformaciones por las que atravesaba el fútbol en Inglaterra, que trataba de superar el estigma del “hooliganismo” al tiempo que iniciaba un proceso de mercantilización catalizado por la fundación de la Premier League en la temporada 1992-1993 y acelerado por la irrupción de la televisión como elemento estabilizador de la competición (en la liga española, más bien distorsionador), mientras la nueva política del “all-seater stadiums” transformaba las viejas pero bulliciosas gradas de pie en modernas pero plácidas tribunas. Una suerte de despotismo ilustrado llevado al fútbol, un “todo para el hincha pero sin el hincha”. Hornby lo veía venir.  
 
Desde 1992, año de publicación de “Fiebre en las gradas”, hasta hoy, el Arsenal ha ganado 5 Ligas, 5 FA Cup, 1 League Cup y 1 Recopa de Europa. No es mala cosecha aunque curiosamente todos estos títulos corresponden a la era Highbury, el viejo campo derruido el 7 de mayo de 2006 y cuyo Fondo del Reloj (“Clock End”) era el favorito de Hornby. Desconozco en cuál de las tribunas del Emirates Stadium se sentará ahora pero a buen seguro añorará Highbury de vez en cuando. Al menos, no tenía nombre de aerolínea. 
 
A pesar de estos últimos ocho años sin títulos (esta temporada el Arsenal tiene serias opciones de acabar con la sequía) y de la fuerte carga emocional que supone un cambio de estadio y también de nombre (imaginemos por un instante que San Mamés se llamara “Vueling Estadio”) Hornby tiene suerte de ser inglés. Porque a pesar de la evolución que ha experimentado la Premier League, en Inglaterra el hincha aún es protagonista destacado y respetado de este deporte/negocio, y no se le somete al deshonesto y escandaloso abuso del que sí es objeto por parte de la Liga de Fútbol Profesional y de la inmensa mayoría de clubes españoles. La lista de agravios es larga, con los desorbitados precios de las entradas y los irracionales horarios de los partidos, sin paragón en todo Europa, como punta del iceberg. 
 
Ha tenido suerte Nick Hornby de que los dirigentes del fútbol inglés hayan mostrado un mínimo de cordura y de respeto al hincha, al contrario que sus colegas de la LFP, lo que ha permitido que las gradas de los estadios ingleses, en mayor o menor medida, mantengan su nombre original o adopten el de una multinacional, sigan contagiados aún de la fiebre de la que hablaba Hornby en su libro. Mientras tanto, en San Mamés, contra viento y marea, muy a pesar de la LFP y de sus arbitrarias decisiones, de los operadores televisivos y de su tiránica programación, hecha con evidente nocturnidad y alevosía, la fiebre no muestra síntomas de que vaya a remitir como sí lo ha hecho en otros estadios de la Liga. Menos aún si el Athletic nos sigue ofreciendo recitales de buen fútbol como el 1-5 del domingo en El Sadar. El miércoles contra el Atlético de Madrid y el domingo contra el Real Madrid, la fiebre en las gradas de San Mamés puede subir unos cuantos grados más y acabar en delirio colectivo. Que venga Hornby a Bilbao y lo cuente. Fiebre en las gradas II.  
Por Jaime Pinedo Goiria, periodista y socio del Athletic 

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