Hace unos días me mandó el Athletic el diploma por los 25 años de socio. Con cierto retraso, porque los cumplí en 2012, pero mola. Para cuando me hice socio en 1987, ya llevaba casi veinte años viendo al Athletic, desde un partido contra el Sabadell en noviembre del 68, con victoria por 2 – 1 y goles de Uriarte y Rojo, según he podido ver después en internet. Ha llovido bastante desde entonces. Y he visto al Athletic de muchas formas. Recuerdo por 1975 un Athletic a punto de bajar, con Carlos Ruiz como pichichi salvador. Pocos años después un equipo espectacular bajo el mando de Koldo Agirre, con un Txurruka vertical e inolvidable, Villar, Rojo, Irureta, Guisa, Dani,... Y luego el de las ligas, también goleador, en contra de los tópicos malintencionados que hablaban de un Clemente ultradefensivo. Y recuerdo zozobras a finales de los ochenta, altibajos en los noventa, progresos con Kendall, espectáculo con Heynckes y fútbol vibrante con Luís Fernández. Y los sufrimientos de la pasada década, con el bueno de Mané llegando a la playa con el último soplo de aire. Y en lo más reciente, valoro enormemente la competitividad y profesionalidad que trajo Caparrós. Y la confianza y osadía que aportó Bielsa. Pero llegados a este punto, creo que en estos cerca de 50 años pocas veces he visto a un equipo tan equilibradamente solvente como el actual. Capaz de mandar en los partidos, dar espectáculo del fino y evitar infartos a los hinchas. De tutear a los grandes, dominar a los iguales y vapulear a los inferiores. Con tiki-taka y con balón largo. Con pausa y con garra. Sin sobresaltos. Fiable. Fiable y equilibrado como Valverde, al que desean con buen criterio los grandes del fútbol. Pero Txingurri va a seguir con nosotros. Para preparar a conciencia la previa de la Champions. Para pelear por la orejuda a cuchillo. Porque el premio no es jugarla, sino competirla. Y para dar un pasito más en la liga. Hace pocos años sólo había Barça. El Madrid llegó a su altura. Ahora el Atlético de Madrid les ha pasado. Sólo falta un grande por incorporarse. Y está en camino. Por Gonzalo Arroita. Urbanista y socio del Athletic Club
