Cuando escucho valoraciones respecto al proyecto Ziganda me da la impresión de que, en muchos casos, no se juzga, únicamente, el trabajo realizado por el Athletic Club desde que comenzara la presente temporada, a principios del mes de julio.
Tengo la sensación de que, más bien, se está examinando a “Cuco” desde el 24 de mayo, cuando el club anunció que era el elegido para tomar el relevo de Ernesto Valverde. Incluso desde antes. Y es que algunas voces vienen cuestionando la capacidad del técnico navarro desde que su nombre apareció en las quinielas como posible sustituto de “Txingurri”. Solo partiendo de esa premisa se entiende la exagerada inquietud que se ha instalado en una parte de la afición. Un sector de la familia rojiblanca en el que, por un lado, militan los que suelen ser partidarios de los nombres con pedigrí y consideran “poco para el Athletic” a gente de la casa –lo que no deja de ser paradójico. Tampoco faltan los aquejados por el “síndrome del nuevo rico”, que conduce a no valorar en su justa medida lo que hasta hace poco era objeto de deseo. Y también nos encontramos con los que añoran a Valverde –incluso antes de que abandonara Bilbao-. En este sentido confesaré que no entiendo esa constante comparación entre uno y otro, que parece necesitar siempre de un vencedor. Y lo digo como admirador y defensor de la labor del actual entrenador del FC Barcelona. Partiendo de esos posicionamientos no es de extrañar que el examen de lo realizado por el Athletic en estos tres meses de competición conduzca a un inevitable suspenso. Más aún, si tenemos en cuenta que en un entorno tan pasional como el futbolístico no son pocas las veces en que el orgullo propio pesa más que el amor a los colores. A riesgo de ofender a alguien diré que estoy convencido de que hay quien está deseando poder decir aquello de “ya os lo había dicho; con Ziganda no podíamos ir muy lejos”.
En noventa minutos los rojiblancos son capaces de encadenar periodos de aparente sobriedad, inesperados desfondamientos, fugaces recuperaciones y bruscos baches. Además, por momentos, da la sensación de que el equipo no tiene claro su patrón de juego. Pese a todo ello, considero que la tranquilidad y la paciencia es lo más recomendable a estas alturas. No podemos perder de vista que, aunque con pocas caras nuevas y marchamo de continuidad, hablamos de un proyecto distinto que necesita tiempo para asentarse. Además creo justo conceder algo más que un voto de confianza a un bloque de jugadores que viene protagonizando la etapa más brillante del club en los últimos veinticinco años. Margen que, en mi caso, se extiende a la valía de Ziganda. Y no nos engañemos. Lo que al final dictará sentencia serán los resultados. Y desde ese punto de vista, hasta el momento, la balanza se decanta hacia el lado positivo; el grupo de Ziganda cumplió el primer gran objetivo que era alcanzar la fase de grupos de la UEL y su arranque liguero se sitúa en la media de la última década.
Por José Ángel Peña, periodista de COPE Bilbao