Un Athletic grande en las cosas pequeñas

Un Ayuntamiento es grande en las cosas pequeñas. Se lo escuché a una persona cuando salía por la puerta principal de la casa consistorial de mi pueblo, tras seguramente no quedar satisfecha con lo que había venido a solicitar.

Uno de mis hijos tuvo la impagable oportunidad de estar durante dos temporadas en Lezama, formando parte de uno de los alevines del Athletic Club, hace ya unos cuantos años. Dos años magníficos, increíbles para él, porque aprendió, disfrutó, maduró, vivió una experiencia única, y, sobre todo, ganó muchísimos amigos y conocidos; dos años imposibles de olvidar también para mí, como aita, por lo vivido, el orgullo sentido, y, sobre todo, los amigos y conocidos que gané.
Dos años sin apenas un pero por nuestra parte, hasta ese último día en que le comunicaron, a él y a otros cuantos, que no seguía. Y ese pero no fue lo que es ley de vida, ni la llorera irrefrenable de aquel crío de apenas once años acurrucado en el asiento del coche preguntándose con abrumadora inocencia «¿y dónde voy a jugar ahora?». Aquel día sentí por primera vez lo que es el dolor de padre. Aquel ‘pero’ fueron las formas en que se hizo aquella comunicación, rodeada de demasiadas dudas, cosas raras y preguntas sin responder para todo aquel grupo de chavales que no iba a seguir. No fue el qué, sino el cómo. Y aquel día el Athletic echó por tierra dos años de agradecimientos. Ojo, nadie borra todo lo vivido y es de bien nacido ser bien agradecido, pero siempre le acompañará aquel pero a modo de coletilla…  Recuerdo, años después, entrevistando a Josu Urrutia –cuando era entrevistable– siendo candidato a presidente del club, fuera de grabadora, le comenté no mi caso particular, sino el cuidado y esmero que el Athletic debía tener con los detalles, los detalles humanos, esos que luego corren de boca en boca y hacen temblar a pie de calle la casi inmaculada imagen del Athletic. A lo largo de estos años he visto y oído a gente, jugadores y padres, muchos, pocos, no sé, algunos que conozco, que han salido de Lezama escaldados, enrabietados, renegados… Por lo que consideran no ha sido un buen trato en personal, en lo humano. Los detalles. El cómo.  La última Asamblea General del Athletic tuvo algo de eso. Grandes cifras, ambiciosos proyectos, un club grande y estable en lo económico y deportivo, pero que vistas y oídas las intervenciones desde el atril de muchos socios –y socia– compromisarios, pierde en los detalles. No hablo de razones, sino de sensaciones. De que hay una grada popular que denuncia cosas un día y otro también, de que hay una demanda respetable de una mayor participación social en las decisiones del club, etc, etc… La percepción de que la grandeza de Lezama como la del Club se escapa en los detalles, en las cosas pequeñas… En lo humano. Escuché a alguien decir que los alcaldes se creen que su legado son las grandes obras, carreteras, edificios… el ladrillo y el cemento, cuando en realidad debiera ser dejar tras de sí un pueblo, una comunidad más viva que la que encontró, participativa, ilusionada, rica en sensaciones…  Hoy, el moderno y cinco estrellas San Mamés es como si llevara ahí toda la vida, la Supercopa ganada al Barcelona tiene tantas telarañas como las Ligas de Clemente, a la congelación de cuotas se ha acostumbrado cada socio como si fuera ya algo tan inherente como la propia filosofía de cantera… Pero ¡ay si me han atendido mal al acercarme a Ibaigane, si no han gestionado nada bien la cesión de mi hijo juvenil a otro equipo, si nos han impedido meter no sé qué bandera o si me creo todo lo que dice la prensa de esta Junta Directiva y su presidente!
Por eso insisto, el Athletic, como un Ayuntamiento, debe ser grande en las cosas pequeñas, aunque solo sea, como la mujer del César, no solo por ser honesta, sino por parecerlo.
Por Joseba Vivanco, periodista de GARA 

@GARA_jvivanco