Como aficionada al fútbol, me gustaría más tener mucha cultura que tener muchos vestidos. Sin embargo, observo que, al salir a la calle futbolera, parecen más importantes los vestidos que la cultura.
¿Dónde situar las cláusulas de rescisión de las fichas de los jugadores? Éstas pareen pivotar entre estas dos grandes vocaciones, acaso asociadas al ser y al tener. Finalmente, el culebrón del portero Kepa Arrizabalaga se saldó a favor del Athletic Club de Bilbao. El amague del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, de fichar a uno de los mejores porteros españoles en activo se quedó en nada: finalmente, Kepa no salió a la calle sin vestido, sino con cultura. Esto es lo que le quedó al Athletic: cultura de fútbol, en su pertinaz la apuesta por un fútbol de cantera, con jugadores del país y formados en sus divisiones inferiores. A sabiendas de que en el Athletic se hace buen casting de jugadores, muchos otros clubes se fijan en estos futbolistas para mejorar o reforzar sus propias plantillas. Para estas entidades, suele ser más importante el vestido que la cultura. Al fin y al cabo, resulta tal como le espetó Susanita a Mafalda en su salida a la calle: “Probá salir sin vestido…”. Entonces, llega un club dado, deposita la cláusula de rescisión del contrato de un jugador dado y se lo lleva, como en una puja a un único postor. Es lo que ha sucedido con Aymeric Laporte, el defensa central zurdo ya ex del Athletic y hoy ya jugador del Manchester City que dirige Pep Guardiola y cuyo director deportivo es Txiki Begiristain. Una cláusula de 65 millones de euros fue el coste del vestido modelo Laporte, quien no pudo despedirse de la afición rojiblanca en una rueda de prensa; acaso por aquello de que no se note la cultura ahora ajena y sólo se luzca el vestido nuevo, que es el que impera y que es el que pagó la cláusula. Cosas del puro mercado, donde la oferta y la demanda se rigen por un precio y acaso una mano invisible.
Por Alejandra Herranz. Blogger argentina, athleticzale y periodista.
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