Inocencio. No es nombre común, pocos jóvenes hoy en día se llaman Inocencio, pocos habría con este nombre entre los radicales de uno u otro bando en los altercados violentos del jueves 22 febrero en las cercanías del campo de San Mamés.
Al igual que pocos Inocencios hay entre los organizadores del evento deportivo programado en Bilbao en esta fecha en las instalaciones deportivas del estadio del Paseo Rafael Moreno. No hace falta que enumeremos o nómbrenos la lista de organizaciones que obtienen réditos y beneficios alrededor de la organización de este torneo deportivo llamado Europa League, con la UEFA a la cabeza.
Pero si tenemos claro las personas que no esperan nada de esta serie de espectáculos, ajenas no solo al desarrollo y escenarios que provocan, más aún a la lacra que sobrevive adherida a las entrañas más oscuras de este deporte (NO se entiende que a estas alturas de siglo sus miembros no estén identificados por unos y por otros, no quedan excusas).
Estos vecinos pueden entender que en las calles que habitan a diario con cargo a recursos y presupuestos de su comunidad se desarrollen eventos masivos deportivos de “interés general“ para la ciudad y su territorio, pero no alcanzan a comprender que su propia seguridad personal se ponga en riesgo, menos aún la de sus familiares y allegados.
No comprenden que el mobiliario urbano, de bien común, que costean sus impuestos, sufra altercado alguno cada cierto tiempo.
No pueden entender que cientos de pequeñas y medianas empresas de diferentes áreas y disciplinas, profesionales liberales, comercio y hostelería que realizan su actividad a pie de calle tengan que adelantar el cierre de sus persianas para evitar males mayores para sus empleados, sus escaparates y su mobiliario exterior.
Ni siquiera Inocencio, al que le gustaba el fútbol, y todavía más el Athletic Club, podía entender que... ¡¡otra vez!!, delante de todas las cámaras, en directo, con San Mamés de testigo, con premeditación y alevosía, varios “ciudadanos europeos”, integrantes de una u otra afición, iban a utilizar las calles de una Villa europea del S.XXI para mostrar su radical e inadaptada actitud, su animadversión para con las reglas de convivencia marcadas entre todos y su desprecio por las consecuencias funestas que podían provocar en el corazón de la Villa , de sus vecinos o el suyo propio, este nuevo, pero recurrente grave altercado.
Llueve sobre mojado y sobre el triste recuerdo de varios ciudadanos vascos fallecidos alrededor del desarrollo de eventos relacionados con el fútbol, son “‘pocos” piensan algunos o no los suficientes como para tomar medidas drásticas otros.
¿20.000€, solo 20.000€?, es la tasa que el Athletic Club SD abonará al Gobierno Vasco en concepto de gastos de seguridad tras la entrada en vigor de la Ley de Eventos Extraordinarios de alto riesgo de 2015.
Suponen 31€ por hora de trabajo extraordinaria de cada ertzaina que pone en riesgo su integridad para proteger la ciudad que alberga el “evento de riesgo” correspondiente en una u otra localidad: ¿y el Spartak, y la FVF, y la FEF, y la UEFA? Todos permitieron que las derechos de imagen que explotan siguieran su curso conscientes del excesivo coste que habían supuesto ya para la ciudad los sucesos en el exterior del estadio.
Mientras Inocencio languidecía en un hospital cercano, el Circo UEFA seguía su curso en un partido que nunca se debió de jugar 90’.
Ningún profesional de este deporte que estuviera trabajando para el evento, vestido de corto o de traje y corbata, debería haber seguido adelante con su actividad teniendo sobre la mesa la certeza de lo ocurrido.
En la “fiesta“ del viernes, del sorteo de Lyon, organizada por la UEFA llena focos, dentro del bombo había de nuevo solo equipos de fútbol, el destino a veces es caprichoso, sino malévolo y volvió a proponer un nuevo evento de “alto riesgo“, Olympique de Marsella - Athletic, de tristes recuerdos en la parte extradeportiva.
No siempre, la UEFA, por ahora, un estamento cuasi feudal, ajeno al paso de los tiempos, plagado de personajes de dudoso recorrido democrático, va a encontrar territorios y ciudades dispuestos a que sus ciudadanos sufran estos peligrosos episodios de dudosa rentabilidad social, cultural y económica.
El Athletic, sin demora y sin miedo, -los vecinos de su ciudad y su afición estaremos siempre a su lado-, debería valorar seriamente si debe cohabitar con algunas de las dinámicas de estos estamentos sin poner el acento en lo esencial y de verdad importante.
En este sorteo faltaban muchas bolas: las de los representantes y vecinos de estas dos ciudades, Marsella y Bilbao, las de los comerciantes de esas calles que van a recibir a esas dos aficiones, las de los miles de jóvenes que practiquen o no este deporte reciben cada semana un mensaje de violencia gratuita, pero por encima de cualquier interés faltaba la bola más importante, no volverá a estar jamás: la de Inocencio y la de sus seres queridos.
Por Aitor Elizegi, Cocinero y empresario
Blog: 'Licencia para aliñar'