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El Athletic y la necesidad de aprender

Ramón Hernández

EL ATHLETIC Y LA NECESIDAD DE APRENDER  La verdad es que esta temporada ha sido para el Athletic Club y su afición como pelearse con Mike Tyson y vivir para contarlo. Con lo que ha ofrecido el equipo, el milagro es haber salido sólo con magulladuras y el amor propio por los suelos, cuando en circunstancias normales esto podía haber acabado en tragedia o, como poco, en un susto histórico.

Imposible obtener más habiendo ofrecido tan poco.  Cuando concluye un proyecto y las frases que más se repiten son “que acabe ya este suplicio” o “hay que cambiar hasta las alfombras” es inevitable repartir la carga de la mochila del fracaso. Estoy convencido de que si el Titanic no se hubiera hundido aquella madrugada del 15 de Abril de 1912, si todo se hubiera quedado en un susto, a su capitán Edward John Smith le hubiera caído un buen rapapolvo por no ser capaz de ver el peligro, por no haberse anticipado con medidas eficaces a un accidente evitable. 
  Viene esto a colación de las señales que ya dejó el Athletic de Ernesto Valverde en su última temporada, un equipo con una paulatina pérdida de protagonismo y de fútbol que acabó la Liga engullido en El Calderón cuando se estaba jugando un puesto directo de Europa League ante un rival casi de vacaciones, plagado de bajas y pendiente sólo de la fiesta de despedida de su estadio. Valverde se fue. Es cierto que atraído por el reto de dirigir al Barca de un tal Messi, pero seguro que también convencido de un fin de ciclo no sólo personal en el Athletic, sino también de un equipo necesitado de savia nueva.  Por eso, a la hora de analizar el por qué de una temporada tan mala como ésta, me resulta inevitable mirar hacia arriba, al capitán del barco, Josu Urrutia. Dejar a un equipo como el Athletic por segundo año consecutivo sin refuerzos fue no sólo una mala idea futbolística, sino un flaco favor al nuevo técnico y un mensaje nada revitalizador a la plantilla. Con esto no quiero decir que los chicos que suben al primer equipo no sean refuerzos, claro que lo son. Pero mientras ellos completan su proceso de maduración con mayor o menor velocidad, este Athletic necesitaba y necesitará siempre elementos que vengan de fuera con capacidad o, al menos, expectativas de generar competencia interna.   Algún día alguien decidió apostar por un tal Ander Herrera o por Javi Martínez. Ahora todos sabemos en lo que se han convertido, pero cuando llegaron al Athletic fueron apuestas sin certeza de ser exitosas aunque con todas las garantías de lo que estoy queriendo explicar: aumentar la competencia para construir un equipo mejor y menos acomodado.

Pues bien, sobre esa plantilla estancada y viendo cómo los demás sí que han evolucionado sus proyectos se ha cimentado un año horrible al que no le han faltado las dosis de mala suerte en forma de lesiones (letal la de Muniain) o las incertidumbres relacionadas con salidas del equipo que siempre son origen de inseguridades. Hasta que a Kepa le dejaron tirado en el Madrid y renovó pasó un tiempo, y luego llegó la salida de Laporte bien respondida (aquí sí) con la decisión de fichar a Iñigo Martinez.   Por otro lado, decir que Ziganda no ha dado con la tecla es una obviedad que se queda corta en sí misma. El espíritu del equipo que vendió en su presentación no ha aparecido salvo en alguna ocasión contada y nunca hemos llegado a saber a qué quería jugar. Ha sido muy incómodo y triste ver cómo el Athletic casi nunca ha llevado el gobierno de los partidos, cómo cualquier rival se ha presentado en San Mamés y se ha jugado a lo que ellos quieren hasta que, no siempre, acababa por aparecer el clásico arreón de furia para el que no se necesita ser un entrenador de alta cualificación.   Personalmente, opino que al Athletic se le ha gripado el motor del centro del campo. Ninguno de sus integrantes ha estado a la altura y la tendencia no es halagüeña. El fútbol de hoy en día se juega a otra velocidad, con otras dosis de movilidad y de generación de juego que, sinceramente, creo que ya no tenemos. Espero que, por fin, Urrutia no deje escapar operaciones por exceso de regateo (ver las cantidades por las que Mikel Merino ha ido cambiando de equipo es muy duro) y que la llegada del nuevo entrenador cumpla una premisa que, ahora, se me antoja importante: que llegue sin compromisos heredados y desprovisto de prejuicios para tomar decisiones con la plantilla.
Algunas tendrán que apuntar a nombres hasta ahora importantes y cierto es que la política de renovaciones de Urrutia de esta temporada no ayudará en nada. Pero lo que es más cierto es que el Athletic no se puede permitir una nueva escalada en el grado de desafección que ha rodeado a la entidad.
Por Ramón Hernández, periodista de Radio Nacional

@RamonHdezRNE

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  1. Jose

    Muy bien Ramón.......aunque creo que te has mordido la lengua y te ha faltado algo más de caña a un club que no ha hecho las cosas bien en muchos aspectos.