A lo largo de la historia no son pocos los ejemplos de canciones cuyo sentido e interpretación por parte de la colectividad en las antípodas del sentido original y del significado que pretendía su autor, y si no que se lo digan a Bruce Springsteen y su célebre Born in the USA.
El rockero de New Jersey, que concibió su tema como reivindicación de la cara más pobre y trabajadora de los Estados Unidos y como una critica a la guerra de Vietnam, tuvo que ver como Ronald Reagan intentaba apropiarse de su hit como soflama patriótica en las presidenciales de 1984. Algo parecido, aunque en un tono más popular y lúdico ha ido sucediendo con el lento pasar de los años con Azzurro, el tema compuesto por Paolo Conte con letra de Vito Pallavicini, y que Adriano Celentano grabó en 1968 y popularizó rápidamente.
Medio siglo contempla ya a la pegadiza melodía y en la actualidad, no hay un solo habitante transalpino que no la identifique con su selección de fútbol, la squadra azurra, convirtiéndose en un tema muy vinculado al fútbol y llegando a ser el himno oficial del Siracusa. De hecho, en 2006, los propios jugadores de la selección grabaron una divertida versión del tema que puede encontrarse sin dificultad en Internet. A lo largo de este medio siglo la selección trasalpina ha vivido momentos gloriosos y otros menos memorables. En 1982, con Paolo Rossi como máximo artillero, los de Enzo Bearzot volvían después de 44 años a lo más alto del olimpo futbolero, logro que repetirían en 2002 ante la Francia de Zinedine Zidane. Entre medio quedaría esa final perdida en Estados Unidos ante la “canarinha” de Bebeto y Romario con ese penalti marrado en el último lanzamiento de la tanda por Roberto Baggio. Hecho este paréntesis, y volviendo con la música, lo más curioso de todo es que a lo largo de los aproximadamente tres minutos y medio que dura este himno oficioso en ningún momento se menciona al fútbol, de hecho, hace un año la página web “Contropiede Azzurro” escribió un interesante artículo sobre las 10 mejores canciones italianas sobre este deporte en la que no se incluía el tema popularizado por Celentano. Pero es ahora, 50 años después de ser grabada, cuando la maravillosa canción adquiera una dimensión más real. No tengo ninguna duda de que este verano va a ser aquél en que el que la tonada cobre más sentido para los italianos y para los que amamos su selección. Y es que Azzurro es un canto de soledad, hasta de tristeza si se quiere, a pesar del ritmo animado que desprende todo el tema.
La canción describe un verano solitario en la ciudad, el verano de un joven que ve como llega el estío y su chica se ha marchado a la playa dejándole en solitario, en un patio, aburrido y sin nadie con quien hablar. Un verano de tardes largas, azules, oyendo silbar sobre los tejados a un avión que se va, ese avión que bien podría ser el que vuela hacia Rusia sin su amado equipo. Así es como se encuentran los tifosi, solos, desangelados, sumidos en un periodo que ya es conocido como la “Era Oscura”, viendo como arranca un Mundial en el que por primera vez en 60 años no se enarbolará la tricolor en ningún estadio, no se chillará en las casa ni en los bares ante las ocasiones falladas, no se saldrá a las calles a celebrar los goles y las victorias hasta altas horas de la noche ni se criticará al entrenador por sus decisiones y sus alineaciones, algo muy italiano. Y a sí me siento yo también, a punto de arrancar mi primer Mundial sin posibilidad de disfrutar de la “Squadra” y añorando a los “giocatori” sobe el césped, el sonido de Il Canto degli Italiani interpretado a grito pelado, maldiciendo su ausencia y recordando resignado que, como dice la estrofa final de Azzurro, “el tren de los pensamientos, en mis deseos al contrario va”.
Por Jon Spinaro, periodista y dibujante de cómics