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Ingenuos, pero no tontos

Escribe Gonzalo Arroita en El Desmarque Bizkaia.
Escribe Gonzalo Arroita en El Desmarque Bizkaia.
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Gonzalo Arroita
Quien lea los comunicados o escuche las declaraciones de nuestro presidente Josu Urrutia, tendrá claro que el Athletic Club de Bilbao es un ente filosófico y metafísico, basado en la inquebrantable fe de sus seguidores.

Y aún más.

Sabremos también que el Athletic puede actuar como diablo y como Dios,  tentando a un jugador rival para que traicione sus colores, y a continuación otorgándo un premio por no hacerlo.
Propongo desde ahora el One Club Man 2019 para Mikel Oyarzabal, por no caer en nuestras propias tentaciones. Y otro premio para el Athletic, por la coherencia de su filosofía.
Ya hace años que ElDesmarque Bizkaia nos desveló las verdades del barquero a través de aquel discurso descarnado de Marcelo Bielsa a sus “millonarios prematuros”: “¿Cómo pueden ustedes estar riéndose apenas unas horas después de haber defraudado de esta forma a una afición tan ingenua?”
Lo malo es que aquel discurso cayó en saco roto. O aún peor, pudo ser contraproducente.
Bajo el mandato de Urrutia se precipitó la tocata y fuga de la tropa. Javi Martínez saltando la valla. Ander Herrera y Kepa Arrizabalaga tras varios intentos y con abundante palabrería hueca. Amorebieta de forma desconcertante. Fernando Llórente hechizado por oropeles que le han llevado de banquillo en banquillo, agitando toallas y pompones de cheerleader. Aymeric Laporte hizo lo de todos, pero mejor asesorado.
Por su parte, la Junta Directiva afronta la huida masiva e histórica a través de comunicados clonicos basados en el objetivo filosófico de fidelizar a los jugadores.
Pues vaya exitazo.
Para combatir la fuga, buscamos por el universo futbolístico jugadores con “genoma Athletic”, pagados a precio estratosferico. Iñigo Martínez, que nunca iba a jugar en el Athletic, Berchiche, que escapó y no se veía en Bilbao, Nolaskoain, que hizo público desde jovencito lo que le parecían nuestros colores, Raul García, que defiende el Athletic como empresa que le paga y lo hace muy bien.

Pero que no nos vendan burras.

Al jugador que viene se le compra el sentimiento y los servicios a precio de oro, y al jugador local que siente los colores pero ya no sirve, se le echa sin contemplaciones. Nada personal. Sólo negocio.
Y quien carga sobre sus espaldas la palabrería hueca es el aficionado, su fe, la ingenuidad de la que hablaba Bielsa.

El problema es que la fe no es infinita.

El año pasado se empezó a abrir una brecha importante con la afición, que en gran medida dejó de ir al campo. El compromiso personal de Urrutia con Ziganda lo pagamos con un año perdido.
Y ahora vienen los partidos en lunes, en parte por el tirón televisivo del equipo, y en parte porque la endogamia que rige el Club no favorece las buenas relaciones institucionales. Y nos dan donde pueden.
El fútbol es hoy un espectáculo televisivo, y en la televisión la presencia de público no se cobra, sino que se paga.
Los clubes reciben millonadas de la televisión, y deben mimar a sus socios y aficionados, que tienen que desplazarse a horas intempestivas al estadio con muy pocas satisfacciones.
Tal vez el Athletic debiera premiar la fidelidad, imitando a otros clubs que rebajan las cuotas a los socios cuando cumplen décadas, de manera progresiva.

La fe no es infinita ni inquebrantable.

Somos una afición ingenua, dispuesta a creernos lo que nos cuenten, el que se escapa y el que llega, el que no es capaz de fidelizarles y el que trae a
"athlétizales de toda la vida", sus discursos, su filosofía y los besos al escudo, hoy aquí y mañana allá.
Pero vivimos en tiempos muy materialistas, y hasta los ingenuos desconfían, se vacían las iglesias y hasta los grandes templos, que siempre concitaron a creyentes y agnósticos.
La nuestra es una catedral. Y costará echar a sus fieles. Aunque a veces parezca que lo intentan.

Por Gonzalo Arroita. Urbanista