No cabe duda de que diez partidos de Liga han sido suficientes para cambiarle por completo la cara al Athletic Club. Un equipo que se marchaba por el desagüe de la primera división y que ya había empezado a alimentar los sueños de los enemigos de cabecera que quieren verlo bajar a segunda por primera vez, ha conseguido darle la vuelta a la situación en un tiempo récord dejando además la puerta abierta para poder terminar la temporada con una sonrisa.
El caso es que el fútbol pocas veces suscita situaciones de unanimidad tan contundentes como la que se ha generado en torno a la figura de Gaizka Garitano y su grupo de trabajo. Es y será, sin duda, un nombre recordado en la historia del Club por haber aplacado una de las crisis deportivas más graves que se recuerdan.
Su receta hasta alcanzar la frontera de los treinta puntos con la reciente, deslucida y celebrada victoria en Huesca no ha podido ser más exitosa: conocimiento del terreno que pisa, hechos y no palabras, valoración real de las virtudes y carencias de la plantilla y aplicación de un sistema acorde a las mismas. Tan sencillo o tan difícil como eso, vistos los precedentes. Ojalá todos tuviéramos en nuestras vidas un perfil de primeros auxilios de semejante solvencia.
Llegados a este punto, creo que es interesante pararnos a pensar por los siguientes pasos del camino que hay que seguir recorriendo. No me refiero al debate sobre si ya se puede dejar de mirar hacia abajo y hay que empezar a nombrar el objetivo europeo con naturalidad. De hecho, coincido con Garitano en el pudor que me despierta esa aspiración visto el sumidero del que acaba de salir, como quien dice, el Athletic. No se trata de que parezca que ya no somos de Bilbao, es que un comienzo de Liga como el de esta temporada te deja hecho unos zorros.
Por eso digo que más allá del objetivo que pueda perseguir este equipo, que ya se verá, me interesa ver el siguiente paso en su evolución. Cuando uno está muy enfermo, lo principal es mantener las constantes vitales. Si todo va bien, después llega el estar fuera de peligro y más tarde el proceso de recuperación. Y si todo eso llega a buen puerto, es el momento de volver a ser como éramos o, incluso, mejores.
En este contexto, me gustaría no pecar de precipitado si digo que a partir de ahora, conseguida una cierta tranquilidad clasificatoria, espero ciertas cosas del Athletic. Por ejemplo que Gaizka sea capaz de acortar las distancias entre el equipo que juega en casa y el de los desplazamientos. Esa diferencia siempre ha existido y así continuará, pero de que cada vez se note menos dependerá el pasar a otro nivel de aspiraciones.
Los dos últimos partidos lejos de San Mamés nos han dejado un bajón de intensidad inesperado en Anoeta que se pagó con una justa derrota, y un partido en Huesca cuya victoria aplaudo como el que más pero de un nivel futbolístico de lo más vulgar con el pecado de haber dejado vivo al rival poniendo en serio riesgo un triunfo cantado, visto lo visto.
Creo que será inevitable e, incluso, un síntoma de buena salud,que a partir de ahora al equipo se le vayan pidiendo más cosas. Seguro que el propio Gaizka, sin bajar un ápice el rigor defensivo porque eso no se puede ni se debe tocar, irá explorando en esa dirección. Soy de los que piensa que un verdadero cambio en la fluidez del juego y el manejo de los partidos pasa por los cambios y refuerzos que se puedan realizar en el centro del campo ya para la próxima temporada, pero ese es un tema que ya se afrontará. Ahora se trata de cimentar la recuperación con lo mucho y bueno que ya se hace y ese plus que se pueda añadir para mirar un poco más arriba.
Gaizka hizo un trabajo enorme en el Eibar. Luego vivió otras experiencias en Valladolid y A Coruña. Ahora le ha llegado la gran oportunidad en el Athletic y está claro que la ha cogido por los cuernos. Con su bagaje, los recursos que se le puedan seguir aportando y esta dimensión de Club, yo sigo imaginando a Garitano.
Por Ramón Hernández, periodista de Radio Nacional