El Athletic Club es el equipo en el que sus socios no comen en familia y animan con el ruido que les hacen las tripas. Somos el Tupper Club. La consecución de cinco partidos a las dos de la tarde, ojo que puede caer el sexto, es una tomadura de pelo descomunal. Y personalmente me iría en el primer avión a Madrid con un garrote para que lo revise el VAR de LaLiga Santander.
Está claro que si escogiesen a otros equipos que todos tenemos en mente, a esa hora sus gradas presentarían un aspecto cual dentadura de pobre, cuestión esta que es impensable en la Catedral porque los socios si hay que mojarse se mojan, aunque jugaríamos de madrugada. Pero de ahí a que seamos un cliché de los juegos del hambre no debe consentirse por ser irrespetuoso.
Se comentaba en periodo electoral que nos habían tomado por el pito de un sereno con los lunes al Gol, y se puso este tema en el debe del presidente Josu Urrutia. Muchos comentaron que con el cambio de gobierno en Ibaigane no volvería a pasar, tenían razón. Los lunes no jugamos ni nosotros ni nadie.
Pero ahora por el artículo 33 nos han cogido la sobaquera vespertina. Hay que pensar además que los jugadores del Athletic, como muchos socios, tampoco comen antes del partido, más que nada para que no se avinagre el almuerzo en caso de derrota. Cualquier titular puede perder hasta 3 kilos en un encuentro, me imagino que tras la ducha subirán corriendo famélicos al bar de San Mamés a comer un pintxo, porque por lo que veo es a los únicos que les puede sentar bien este horario: a los encargados de la restauración y a los palcos VIPS que agasajaran con viandas a sus clientes meritorios y amigos.
En resumen, estamos ante una falta de respeto mayúscula hasta para los aficionados a la siesta dominguera, y esta broma debe ser denunciada en las esferas pertinentes.
Por Patxi Herranz, periodista de Radio Popular y El Correo.