Cuando Kike Remolino anunció que su comparsa para este año se llamaría 'Los Camellos' confieso que albergué la vaga esperanza de que fuesen de psiquiatras, pero no cayó la breva. Me quedé con las ganas de que por fin alguien denunciara públicamente que estos camellos del tranky y el valium cobran un pastón del carajo por enganchar a la gente en drogas duras y que, además de no curar a casi nadie, se llevan por delante a una barbaridad de serenos cristianos. ¿Me he pasado? No, primo: creo que aún me he quedado muy corto.
Todos los males emocionales o mentales no son psiquiatrizables, y son los psiquiatras los primeros que lo saben. Este tema lo conozco bien, no solamente por las veces que he estado loco, sino por las que he estado cuerdo, que es cuando me he dado cuenta de lo que hacen algunos loqueros con el primer infeliz que acude a sus consultas, especialmente si son concertadas. Sé de uno —del que de momento omitiré su nombre— que cuando trabajaba para la salud mental pública y recibía a un paciente con evidentes síntomas de alcoholismo, lo derivaba a un grupo de Alcohólicos Anónimos, con prudente criterio, pues sólo en un grupo terapéutico así puede tratarse una enfermedad como ésta. Pero en la actualidad, cuando lo recibe en su chiringo privado, lo trata como un CLIENTE, al que ya no invita a acudir a un grupo de AA —allí no cobran—, y el diagnóstico experimenta un giro malabar: ahora estima que sus problemas con el alcohol no son la causa y el origen del resto de sus problemas, sino la consecuencia. Al invertir perversa y deliberadamente el orden de los factores de la enfermedad, le diagnostica cualquier trastorno ansioso, depresivo o de la personalidad, y tacatá que te crió, le receta un buque escuela de ansiolíticos y antidepresivos, que le terminarán provocando más patologías de las que trajo, pues combatir la adicción a una droga con más droga es como apagar el fuego con gasolina. Pero así el loquero se asegura un cliente más que, periódicamente, tendrá que seguir gastándose la pasta en su consulta para que le vaya cambiando el tratamiento cuando el actual ya no le funcione.
Este prenda del que hablo no es el único. El número de casos de loqueros que se las pegan así es alarmante. Han cogido a mucha gente a la que no han sabido tratar y las han vuelto locas. Locas de verdad. Y encima van chuleando con un aire de Sigmund Freud que son para darle de hostias. También sé de mucha, muchísima gente que entró un día en una consulta de éstas —por un mal de amores o por una adicción— y ya no ha podido abandonarlas jamás, ni las consultas ni las putas tacarnas que te recetan en ellas, y que te convierten en un enganchado, no de antro, sino de farmacia, lo cual hace más difícil que se tome conciencia de la verdadera magnitud de la dependencia que te han provocado, de la droga en la que te han metido.
La poca gente que me consta que ha abandonado DEFINITIVAMENTE a los psiquiatras y ha superado la dependencia —a una edad a la que aún merece la pena vivir— es la que se ha suicidado. Iba a añadir 'y yo'; pero que va: de pronto me he acordado que aún tomo pastillas para dormir desde que un psiquiatra me las recetara hace 15 años. Si el tipo me hubiera diagnosticado el evidente mal que arrastraba —mal que veían todos menos él—, quizá hoy no tomaría pastillas, pero él hubiera perdido a un cliente. O a dos.
Al final, lo que más náuseas me produce de todo esto es comprobar cómo el pobre paciente siempre termina siendo el propio causante de sus males, y jamás se sitúa el centro de gravedad en la prepotencia y la ignorancia clínica, determinada encima por el lucro más irresponsable. No pienso pedir disculpas a ningún facultativo que no participe de este diabólico juego, que sé que los hay, pues —aunque todos efectivamente no juegan a esto— conocen mejor que nadie a los colegas que lo hacen, y su silencio —por tanto— los hace terribles cómplices.
Conste que no he hablado sólo por mí —que ya hace mucho que no sufro—, sino por los que aún sufren y por los que ya decidieron dejar de sufrir. Y el que se mosquee que se tome un Tranky de los que ellos mismos recetan.
JUAN CARLOS ARAGÓN
100% de acuerdo....psiquiatras y sus pseudo clínicas privadas o concertadas (más lamentable aún )que se lucran destrozando vidas.
Correcto, una pastilla no puede ayudar cuando el mal que padecemos en esta sociedad, es el vacío interior y ese sólo puede combatirse desde dentro de cada uno. Felices 24h a todos
Ya lo decía el Payo Manué: "Grifa, tu llenas los manicomios...".