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Ciencia micción

"El nuevo hombre de ciencia se ríe del telescopio de Galileo y de los relojes de arena"
Juan Carlos Aragón

Igual que la telebasura ha invadido la práctica totalidad de la programación, la micción de la ciencia ha inundado todos los rincones del planeta y algunos más allá. Cuando Nietzsche dijo que el golpe de Estado dado por la ciencia a la religión no había sido aprovechado por el pueblo sino por el Príncipe (el Estado, el monstruo más frío de cuantos existen), creo que no tenía ni idea de la cabriola adivinatoria que estaba haciendo de cara a los siglos venideros. Ya no podemos ni decir eso de “el futuro está en tus manos” porque es más mentira que el rescate de la banca. No hay futuro en manos de nadie. Se nos ha escapado. Lo por venir está en el aire, suspendido, sin orden ni ritmo, sin color ni ortografía, sin fórmula ni esperanza.

Menos mal que nacimos a tiempo para presumir de una época —la anterior, no la actual—. Ya no habrá más. La era digital no es una era, sino un vacío porque los paradigmas se han ido sustituyendo vertiginosamente en virtud de un criterio económico, jamás científico, y eso es lo que impide que haya ritmo en la evolución y que, por tanto, se pueda hablar de “época” propiamente dicha. La tecnología, que no es más que la ejecución material de la ciencia, tres cuartos de lo mismo. La expresión “avance tecnológico” se usa con una ligereza acojonante, como si la tecnología avanzara por decreto, como si los cacharros de ahora fueran mejores, duraran más y se estropearan menos que los de antes: un carajo.
Una de las mayores perversiones de nuestra posmodernidad es la entrada en escena de un nuevo hombre de ciencia que está convencido de estar inventando el mundo, que se ríe del telescopio de Galileo y de los relojes de arena, aunque le mantiene a Dios el debido respeto: un estúpido tan estúpido que ya no lleva ni gafas. Es casi peor que un político, que te habla de recuperación y bienestar y se queda tan fresco (colleja le daba). No sé si los avances se refieren al refinamiento armamentístico, químico, siderúrgico, ético o pedagógico, pero está claro que desde arriba y desde abajo la palabra “avance” se ve al contrario.
Me gustaría coger a una pitonisa de estas que estudian la expansión del universo y decirle: “Qué, ¿pa dónde vamos ahora, palante o patrás?” porque la teoría del evolucionismo no implica que la evolución no vaya a detenerse nunca. ¿Y si ya lo ha hecho? ¿Y si dentro de la inercia los pasos los estamos dando hacia atrás? ¿Y si el celebrado aumento de la esperanza media de vida —desde el frío ángulo de la lógica capitalista— no es más que un saqueo a la hucha de las pensiones que va a empobrecer aún más a la humanidad futura, ya que no para de crecer el número de pensionistas con más años sin cotizar que cotizados? ¿Tampoco lo calculasteis? La tercera edad está más en forma que la primera, que se ha convertido en un rebaño de zombis en torno a las consolas y las botellas. Los niños se aburren mientras los viejos colapsan los aeropuertos y las estaciones. La ilusión ya no está en los niños, sino en los viejos, aunque se parecen cada vez más en que ninguno de los dos tiene futuro: a los viejos se les está acabando el tiempo y a los niños los está aplastando. La ciencia ya sólo genera monstruos porque está haciendo realidad los delirios de la razón. Cualquier día descubre el elixir de la eterna juventud (la de los 60, por favor, no la de ahora) y seguro que ese día ser joven deja de tener sentido —si no lo ha dejado ya—.
¿No os habéis fijado que cada vez hay más gente con cara de gilipollas? Normal: “la cara es el espejo del wasap”, que siempre se dijo… Y como hombre de letras que soy me alegro. Bueno, no me alegro, porque algunos de esos gilipollas antes merecían la pena. Pero sí, sí me alegro porque así tengo más de qué escribir (o menos, según se mire). Recuerdo que en los institutos se fue poniendo de moda aquello de “el que vale, vale, y el que no, pa letras”. Po ea. Ahora a mamarla. Ahora quedaos con vuestro mundo, sin época ni futuro. Con vuestro pedazo de móvil y comprando por internet. Seguid inventando carajotadas que solo sirven para hacer al hombre más inútil y más tontopolla de lo que es. Al menos, los de letras podemos seguir soñando. Vosotros ni eso, espabilados.
Aun como hombre de letras echo de menos la comunicación. La telecomunicación —la que inventaron los estiraos estos— es la sustitución del calor humano por el realismo virtual, que nunca será real, por definición. Aunque a través de estos sistemas de webs y nets llegue hasta vosotros, lo haría más y mejor en una taberna, sentados junto al café bajo sombreros y capas, y dejando que las palabras volaran de lado a lado del espacio compartido. Mi monólogo dominical tornaría diálogo. Seríamos menos, tal vez, pero nos pareceríamos más. No arreglaríamos el mundo porque el mundo no tiene arreglo, pero lo empujaríamos mejor hacia otra esquina donde estorbara menos.
EL RUBIO (enviando el artículo desde Alaska por paloma mensajera)

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  1. Alberto Corrales

    Aun nos queda la esperanza de que no dominamos bien la energía , y cuando se acaba la batería todo vuelve a la normalidad hasta el próximo enchufe.