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Fins als collons

Juan Carlos Aragón

No sé si es la mayor crisis política y, sobre todo, cultural de la democracia española. Lo que sí tengo claro es que la independencia catalana ha sido y está siendo el mayor coñazo informativo de estos cuarenta años, porque será una reivindicación, un anhelo, un derecho, un deseo incontenible desde el ángulo superior derecho de la piel del toro, pero desde el resto de los ángulos… es un coñazo, queridos Jordis. Somos muchos los súbditos de este país que nos consideramos españoles por accidente, que cuanto más lejos de nuestra ciudad menos hacemos nuestra la causa nacionalista. Y cuando la causa en cuestión, de la nación en cuestión, no es cuestión de opresión, represión o invasión, nos importa un torruño, que es una figura poco literaria pero que entiende todo el mundo y que representa a la perfección lo que sentimos ante el televisor cada vez que lo encendemos y nos encontramos a todas las cadenas con lo mismo durante tantísimo tiempo ya.

Me parece una grave falta consideración con el resto de los habitantes de este país, de los cuales la mayoría vive en comunidades autónomas masacradas por el paro, la explotación y la pobreza, que las portadas de los diarios y telediarios se dediquen —un día sí, un día no y el de en medio— al “problema” de Cataluña. A muchos les parece un problema inventado; a otros, una cortina de humo; a los más doctos, una novela de política ficción: “Utopía” de Tomás Puigdemoro o “La República” de Oriol Platonqueras. Y —sin que haya llegado aún el 1-O— la gran pregunta es: ¿y el 2-O, qué? ¿Eso da a entender que no van a dejar de hablar de la independencia de Cataluña mientras dure la era digital?
A muchos españoles por accidente nos jode el independentismo que esconde complejo de superioridad macerado con hispanofobia, quizá legítimo desde allí, pero profundamente injusto desde aquí, porque ni os hemos hecho nada ni tenemos la “culpa” de ser españoles. Aun así, si yo tengo un hijo mayor de edad con autonomía propia que no quiere vivir en mi casa, solo me lo tiene que insinuar y ya no tiene nada que negociar conmigo: coge lo que es tuyo, que te vaya bien y que le den por culo a la unidad familiar. Recoge, Mariano.
En todo caso, cuando oigo al gobierno justificarse a partir de la palabra DELITO para referirse a un referéndum… os entiendo. No es para menos. La voluntad de millones de personas no puede constituir delito. ¿Las leyes? No tienen ningún valor. Se cambian y punto. Lo que ocurre de verdad es que si el gobierno permite el referéndum, la maldición del Caudillo caerá desde los cielos y los españoles de verdad ya no le votarán más. No se puede ser más bruto. Si había un problema, ahora hay dos y no sé cuál es más grave.
Personalmente, siempre he defendido el derecho de la autodeterminación de los pueblos, sobre todo de los oprimidos, y jamás comprenderé que el gobierno del PP niegue el derecho a referéndum del pueblo catalán (ni de ningún otro pueblo). Jamás comprenderé que haya que ser español por cojones. Todos sabemos que España es país o Estado, pero no patria o nación en sentido emocional, pues no surge del “volkgeist” (espíritu del pueblo), sino de pactos económicos, familiares y políticos contrarios a la voluntad de muchos de sus súbditos. Los españoles por accidente echamos de menos no haber tenido una patria con mayúsculas como Cuba, Inglaterra, Holanda o Uruguay, donde la patria está por encima de todas las cosas, de todas las ideas y de todas las regiones, y constituye una de las mayores y más sólidas señas de identidad de la vida de sus compatriotas. Pero no nos ha tocado, y no hay más remedio que joderse con este desaguisado desunido y enfrentado, adonde hay más camisetas de Brasil y Argentina que de La Roja (que con eso ya está dicho todo).

La voluntad de millones de personas no puede constituir delito. ¿Las leyes? No tienen ningún valor. Se cambian y punto

Ahora ya, hablando en serio, me desconcierta la falta de madurez política de este catalanismo radical que piensa que los grandes Estados regalan independencias por la misma cara. Parecéis pibes de instituto jugando a la revolución. Queridos Jordis, revisad la historia por encima: sin sangre y fuego no tenéis nada que hacer. Mucha sangre. Y mucho fuego. Rajoy es Franco 2.0. ¿Estáis dispuestos a morir por la independencia (pues debéis ser conscientes que muchos caeréis en combate)? No veo yo al Puigdemont y al Junqueras en plan Camilo y Guevara con sus boinas y ametralladoras. Pero mi opinión no cuenta. Está hecha desde una posición privilegiada. Soy hijo de una ciudad independiente por naturaleza, entendiendo por independencia el hecho simple y aristocrático a la vez de vivir de puta madre, más allá de la corona, las gaviotas, el puño, la rosa, la pela, la poli, y la pila de palos.
Cuando habléis de independencia, dejaos de polladas de referéndums bananeros y recordad la consigna del Ché: patria o muerte. Po eso.
EL RUBIO (proclamando ilegalmente la independencia de Alaska)

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