Es Noticia

Una, grandecita y libre (dentro de un orden)

Juan Carlos Aragón

Son las paradojas de la nueva política española. Al igual que Pablo Iglesias consiguió lo que Franco no fue capaz en cuarenta años, cargarse al Partido Comunista, el independentismo bananero de Puigdemont está consiguiendo lo que ni Franco, ni Iniesta, ni Rajoy: la unidad nacional. No es absoluta, porque siempre hay algún patoso como yo. Pero hasta yo mismo me sorprendí el otro día cantando un golazo de Isco con La Roja:

—Rubio, ¿tú no eras del Alaska? —me dije a mí mismo, riñéndome y a la vez sorprendido ante el descubrimiento del facha que llevo dentro.
Porque, seamos honestos: están saliendo en España más fachas que gente con máster. No hace mucho, nos reíamos de los tuits de José Manuel Soto y similares por su exceso de amor a la patria. Pero ahora, en vez de poner el mensaje nosotros, lo que hacemos es retuitear todos aquellos que contienen cualquier expresión de exaltación nacionalista, ya sea a favor de Guardia Civil, Policía Nacional, Rey, Gobierno, Papa o Sergio Ramos, ya sea en contra de Oriol, Cup, Mossos o Piqué. Creo que lo próximo debería ser la descongestión semántica del término “facha”. Si entre todos, con un gran esfuerzo, conseguimos que su significado gire de fascista a “simple defensor de la unidad nacional”, el problema estará resuelto y ya la gente se autoproclamará facha sin miedo a ningún tipo de vergüenza social. El mismo Pablo Iglesias habla de un referéndum pactado pero con Cataluña dentro, que aún no sé qué carajo es eso. ¿Será facha también el Coleta? ¿Y el Kichi? Si la máxima expresión del facherío es la alianza Iglesia-Estado y el alcalde le da la medalla de oro de la ciudad a la virgen patrona… (lo siento, picha, pero prefiero decírtelo aquí que no en un pasodoble). Lo dicho: si yo soy facha, y el Coleta y el Kichi también, aquí es facha todo el mundo.
Yo soy de esos que está a favor de la autodeterminación de los pueblos, siempre y cuando el pueblo que quiera autodeterminarse no sea uno de los “míos”. Entonces, eso ya no es autodeterminación sino separatismo (“secesionismo”, dicen los pijos). Pienso, no ya en la pasta que aporta Calatuña, sino en cosas más importantes como el Mundial de Rusia: Piqué es un separatista —que seguro intentará meter algún gol en propia meta— pero el resto de centrales no vale un duro. Pienso en una Olimpiada y ¿quién va a conseguir las medallas para España? O en la misma liga de las estrellas: ¿qué mérito tendría ganarla sin el Barça? Menos en Eurovisión, que no es el fuerte de Cataluña, pienso en cualquiera de estas cosas que son la base de la vida de un país y los catalanes se me antojan imprescindibles.
El separatismo catalán ha sido absurdamente alimentado por quienes pensaban erróneamente que así iban a sacarle al Estado más competencias y dinero (como hacía el PNV con ETA, cuando condenaba sus crímenes pero los rentabilizaba políticamente) y les prometieron una República Independiente de Cataluña a cambio de apoyos parlamentarios para que Puigdemont fuera presidente, sin calcular que esos apoyos no se dieron a cambio de dinero o competencias, sino de una independencia declarada como fuera. Y ahora qué. La chulería se ha frenado en seco por quienes no piensan tanto en la declaración como en sus consecuencias. Ya no están tan seguros de quererla, si es que alguna vez la quisieron. Y sólo ha pasado una semana de aquel triste 1-O.
Aun así, me da que ya España tampoco quiere a Cataluña —si es que alguna vez la quiso. Me explico: no quiere su independencia; la quiere dentro del territorio nacional porque suma… pero no siente amor por ella. Y el argumento de “todos no quieren la independencia” ya no vale: la gente se ha dado cuenta de que los no-independentistas no lo son por amor a España sino porque la pela es la pela, y de camino aprovechan para reivindicar la doble nacionalidad y usarla según convenga, que no sé qué es peor. A los separatistas que han “luchado” por la independencia del modo en que lo han hecho solo les afeo que la fractura social de su pueblo dudo que ya tenga solución. Lo de sacar fachas de los armarios de España también se lo debemos a ellos. Aunque mejor que fachas podríamos hablar de “fachitas”: insisto en lo de desdramatizar lo de “facha”, porque aquí facha es todo el mundo, hasta Serrat, que solo fue catalán para representar a España en Eurovisión: para vender discos fue más español que Albert Rivera, otro catalán como Piqué, el inventor del independentismo incluyente (sí a la independencia catalana pero dentro de la selección española). Qué poca vergüenza ha habido siempre en este país: en eso se les nota a los catalanes que son españoles.
Sin duda, es el momento de aprovechar la euforia nacional para ponerle letra al himno de una vez, por Dios, que mientras ellos cantan “El Segador”, los nuestros responden con el “Que viva España”, y entonces es cuando la declaración unilateral de independencia se vuelve lógica, indiscutible (no es para menos).
EL RUBIO (cantando “Yo soy alaskeño, alaskeño, alaskeño…”)

Escribir comentario 2 comentarios
Deja una respuesta
Su comentario se ha enviado correctamente.
Su comentario no se ha podido enviar. Por favor, revise los campos.

Cancelar

  1. Jesus

    Juan Carlos, ya le pusiste letra al himno en La Banda del Capitán Veneno. Imposible que haya otra mejor, con chuletón incluido.

  2. cucurrucucú

    Casi mejón que no haya letra, no la vayamos a liar más todavía. "¡Viva España, tomemos unas cañas!" - brama el español al celebrar el gol. La española se queda en casa sola y abre el corazón a su televisión. Sin ilustrados franceses que echar aquí no nos juntamos ni para cantar. Patria es el muro frente a los demás un paso para alante y cuatro para atrás. (uno dos tres cuatro ;-) )