Era una amarga deuda con vos y conmigo. De poco sirvió ganar aquel Concurso sin más, pues el regusto final que me dejó Araka fue el mismo que dejó en la hinchada. Tras aquella inolvidable final con el Teatro clamando “Campeones” (cuando lo de “Campeones” era de verdad) y tras aquella cruzada allende el charco de los atlantes (la mayor satisfacción que el carnaval me ha dado), se sucedieron unos intercambios de golpes intestinos que dejaron al grupo auto noqueado, y al público mucho más cerca de la desazón y el desengaño que de la satisfacción de compartir esa comparsa que desde el principio hizo suya.
Es por ese único motivo por el que los años iban pasando y yo seguía incluyendo a Araka en el “debe” mucho antes que en el “haber” de mi carnavalesca y emotiva contabilidad personal. Todo incluye ganar, pero solo ganar no es todo, como cree una extensa mayoría de concursantes, ganen o pierdan. O a lo mejor sucede que yo no soy de los que celebra la victoria a cualquier precio. Cuestión de valores. Cuando voy soñando y pariendo una obra —para mi chusma, para mí, o al contrario, no importa el orden— voy poniendo el corazón en cada nota y cada sílaba, y el gozo de verla crecer es superado solo por el de ver crecer a un hijo, no tanto en edad como en madurez. Esa es la victoria. Mi victoria particular. Y Araka crecía en edad, mas la madurez se le había quedado en el camino: la contradicción de la comedia con final amargo.
Pero he aquí que un día tuvo el Johnny a bien apostar por el baúl de los recuerdos, caballo no siempre ganador, sobre todo cuando están en juego el mito y la nostalgia: caballo peligroso y difícil solo de intentarlo volver a montar. Pero este grupo de peregrinos de mis canciones, en un alarde de trabajo y sensibilidad, fue capaz de volver a ganar con el mismo caballo de hace diez años, y devolverlo al pedestal del que nunca debió bajar —para mi chusma, para mí, o al contrario, no importa el orden—. Subrayar que, en todo caso, el papel de “el de blanco” ha vuelto a hacerlo “el de blanco”, Javi Otero para los amigos, rememorando la mejor interpretación personal que un comparsista haya hecho en las tablas del Falla, aunque en su día la Academia le negara el Oscar (siempre ha sido un sello de identidad de nuestra invertebrada Academia su regocijo en la obstinada negación de la evidencia, uno de los motivos por los que aquí ganar no es todo).
Confieso que lo he lamentado por la ausencia de los que en su día hicieron grande Araka y que no fueron responsables de la Ego War subsecuente. Injusto quizá para Potera, Chusky, José Otero, Germán y otros tantos que, ahora que caigo, tuvieron ante mí un mérito pocas veces reconocido: haber hecho carnaval a ciegas depositando su confianza en “las paranoias del loco”, sin saber bien si estaban ensayando una ridícula payasada o una comparsa para la historia. Y mira qué casualidad que fue lo segundo. ¿Por qué? Insisto: por haber hecho carnaval a ciegas depositando su confianza en las “las paranoias del loco”, loco que dicen de mí los que no comparten mi sentido de la cordura. Y que yo respeto. Faltaría más. Que sea “loco” lo peor que digan de ti en esta vida… y que tú puedas reír hacia adentro al oírlo. Si supiera la gente lo que yo me divertía cuando oía a los genuinos arakos cuchicheando a mis espaldas su espanto frente a mi proposición…
Al final me pregunto quién ha tenido más que ver en todo esto, si el Johnny, los que hicieron Araka la Kana o los que hicieron Araka la Barba (podríais haberos afeitado, coño). No vale responder “los tres” (o “los cuatro”, contando con el loco). Está claro que cada cual ha puesto lo suyo, pero yo he preguntado “quién más”. Cuando el proyecto de una obra no siembra de partida el miedo y el desconcierto espérate cualquier cosa menos una sorpresa, una diversión o un espectáculo. Al carnaval de hoy le pasa lo mismo que a Araka: crece en edad pero está dejando la madurez en el camino por querer adaptar el carnaval a los tiempos en unos tiempos que no son de carnaval. Así que no vamos a tener más remedio que escoger entre el carnaval y los tiempos. Yo lo tengo claro: estos tiempos no tienen salida pero el carnaval sí, y mucha, la que tú y yo queramos. Mira el caso de Araka. Hasta con barbas….
“En nuestra ciudad, Montevideo natal, hay un Carnaval con un concurso como éste. Pasa como aquí, todos los años igual: gana quien regale los oídos o quien los preste. Hay quien sacrifica la palabra libertaria porque piensa que la murga que se calla y no dice lo que siente sienta bien a los poderes… Si los poderes te dan los premios, yo no los quiero; si tú los quieres, carnavalero… ¡qué pobre eres!”
EL RUBIO (cantando en el iglú, “si llego a saberlo, antes de venir, me quedo en Montevideo”)
Como siempre una gran belleza en tu escritura. Hablando de dedudas, conmigo quizás tengas una, soy un gran seguidor de tus letras y lo hago desde la distancia que proporcionan las Comunidades Autónomas, pero a ver cuándo vienes a bien desbloquearme en Twitter, aunque no lo hagas el 22 de enero desde mi tierra estaré cara al televisor para ver a Los Mafiosos y, seguiré comprando tu música aunque me cueste más el transporte que el CD. Un afectuoso saludo.
La siguiente pregunta esta hecha desde el máximo respeto, realizada por alguien que ha escuchado todas tus comparsas con fervor: ¿Por qué no has hecho aún un pasodoble dedicado a tu hermano? Se que ya lo has hecho pero abarcándolo muy por encima como por ejemplo en la comparsa LOS PRÍNCIPES o LOS ÁNGELES CAÍDOS. No necesariamente tendría que ser cantar en el Falla, se podría grabar como un tema inédito en un CD, por ejemplo. Has tratado cantidad de temas diferentes y personales, un ejemplo clarísimo puede ser el de drogas de precisamente esta comparsa ARAKA LA KANA o en LA SERENÍSIMA pero para este en concreto que yo te digo, no y sería una buena forma de que hubieran personas que se sintieran identificadas contigo, es sólo una sugerencia, Me gustaría que me respondieras de alguna forma a mi duda. Un saludo maestro. (Tengo ganas de que llegue el domingo solamente para leer éstos, tus artículos)