Todo empezó con una broma y acabó con un lenguado de estero en tor coco. En un principio, llevé la broma al grupo y degeneró en Los Mafiosos. Determinado por la composición de un repertorio creíble desde la única óptica posible en que venero a la mafia original, sufrí un trasplante de personalidad tal que cristalizó en el pseudónimo con el que he estado firmando los artículos del año que pasó. Pero en cuanto di por finalizado el repertorio, comencé a sentir que lo del Rubio sobraba. Me sonaba a mayorista de pescadería, a macarra de medio pelo. Luisa tardó en confesarme que no le gustaba lo del Rubio para mí, que para ella siempre sería “Fideli”.
Una tarde en La Habana, mientras un cuarteto local amenizaba el café, y presa de un exceso de cariño, entre el orgullo y el eco de sus cien vatios naturales, me dijo:
—Coge tú la guitarra, Fidel.
No sabía donde meterme, pues todo el bar se dio la vuelta mirándome alertado por lo de “Fidel”.
—Luisa, por tu madre de tu alma, llámame de otra forma que aquí con esas cosas no se juega.
—Si siempre te he dicho Fidel…
Era septiembre de 2015 y el redentor de Cuba aún resistía entre la admiración y el cariño de la inmensa mayoría de su pueblo. En el breve y húmedo espacio improvisó la solución:
—Bueno… Fidelito… O Fideli… ¿Tampoco?
—Sí, Luisa, vale, pero no lo digas muy fuerte…
Luisa me decía Fidel por los puros y el Adidas azul eléctrico similar al que usaba Castro para recibir al Papa y otros fantoches y, además, en mi caso, suponía una simpática ironía que reforzaba mi vocación frustrada de dictador de boquillas, a la vez que debilitaba mi voluntad de poder para hacer —conmigo y sin mí— lo que le daba la gana. Como debe ser. Sólo me fío de la gente que hace lo que le da la gana.
Al margen, la comparsa no terminaba de ver en el repertorio las alegorías a un personaje que no iba a estar en la escena y que muchos ni conocían. Podía provocar cierto desconcierto entre esa parte del público que no ve más allá de lo que ve. Y yo, hasta la misma polla de un personaje que había concluido su función, decidí que era el momento de dejarlo en Alaska y volver a mi solemne Cortadura, en la que Fidelito se siente más seguro y real junto a la mujer que lo bautizó definitivamente. Al margen, con los personajes heredados del carnaval (el Cabesa, el Loco, el Rubio, Capitán Veneno y su puta madre) ya no me identifico. Mi carnaval se reduce a Selu en el Falla, a mi grupo en el ensayo (los días que ensaya…), a Paquito Gómez en la calle y a Fidelito en la sexta planta del primer hormigón de Cortadura, con la guitarra en la mano contemplando las dunas y el infinito horizonte que mira hacia América. El cielo puede esperar.
Y aunque no venga al caso —o sí, depende— Luisa siempre me dijo que teníamos que ir a Cuba antes de que muriera Fidel, que sin él ya no tendría el mismo encanto. Y era cierto. No es lo mismo su presencia que su memoria. No obstante, su memoria es una dulce y épica nube de amor y valentía que se alargará por los siglos como la mayor victoria de un pueblo unido contra el imperialismo. Y a quien no le guste, que se vaya a tomar por culo a Miami, el campo de “refugiados” que quieren volver a hacer de Cuba el prostíbulo de los yanquis. Si algún día los espíritus pálidos del mundo occidental aprenden que la dignidad está por encima de la riqueza de unos cuantos, que no hay mayor confort que el amor propio y que ese tipo de amor no tiene traducción en euros o dólares, ese día la civilización será civilización real, y no el falso nombre que designa la versión de los grandes Estados para regularizar a su favor el hobbesiano “homo homini lupus”, donde los “lupi” son ellos y los “homines” nosotros.
Hoy empiezan las rebajas y la devolución de todo lo que no nos ha gustado o no nos está bien. O sea, de casi todo. Hoy, las grandes superficies dan una clase magistral sobre la contradicción del término “espíritu navideño” o “espíritu occidental”, haciéndonos ver con despiadada crueldad quiénes son de verdad los auténticos Reyes Magos, que no sé aún si son más magos que reyes o al contrario, y quiénes son los verdaderos sujetos pacientes de la Edad Estúpida, con tantos grados y másteres como tiene, y tantos idiomas como habla, y tantos mamarrachos neo tecnológicos como presume dominar, cuando es más ignorante que ninguna, habla sin entenderse y es la cultura que ha dado la vuelta a su relación con la técnica para convertirse en su esclava.
Y si hubiera alguna duda, pasado mañana comienza el Concurso del Falla. Qué guay. Dos días después de irse los Reyes y treinta dos antes de que empiece el carnaval. Está del carajo. Pedazo de opio laico para seguir ciegos y sordos ante la eyaculación indefinida de nuestros gobernantes. ¿Y el Rubio?
FIDELITO (o Fideli, que suena más conyugal)