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Voy a hablar con claridad

Emepunto y Aparte ha convertido al español en la Lengua de todas las lenguas, en la revolución del Esperanto
Juan Carlos Aragón

“Haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda, si es que eso es posible, y haré todo lo posible e incluso lo imposible, si también lo imposible es posible”. Emepunto y Aparte.

Váyase al carajo toda la lógica aristotélica. Estaba por venir el Mesías. Y el Silogismo se hizo Hombre y habitó entre nosotros. Me he permitido el lujo de ponerle música. Queda que recuerda al Resumen de Noticias de Silvio Rodríguez, porque “lo que pueda” rima con “un poco más de lo que pueda” y “lo posible e incluso lo imposible” rima con “también lo imposible es posible”. Por su sintética brevedad, lo mismo lo uso de estribillo. Puede ser un pelotazo. Y no sería plagio, pues este silogismo ya es Patrimonio de la Humanidad.

Pero más allá de la originalidad literaria, me fascina la revolución de la lógica proposicional del neo escolástico Emepunto y Aparte. Un análisis interno del contenido revela que, si hay voluntad política —como es el caso—, el “Todo” pierde su carácter absoluto en beneficio del “y un poco más”. El adverbio de cantidad pierde carácter de generalidad. “Todo” ya no es lo máximo. A continuación introduce el condicional “si es que eso es posible”, devolviéndonos un instante ese halo de esperanza que entraña la posibilidad. Pero teniendo en cuenta que —del latín— “posible” es “lo que se puede”, por tanto, puede. Y si puede, lo hará. Cuando de pronto recordamos el dicho popular (del pueblo, no del Partido, entiéndase) ese que dice: “lo que no se puede, no se puede y, además, es imposible”, aparece Emepunto y Aparte y dice que hará “todo lo posible e incluso lo imposible”, lo que traducido resulta que lo imposible se incluye dentro de lo posible, de modo que Emepunto y Aparte iguala y supera a Dios en atributos: Dios es Todopoderoso Relativo, pero Emepunto es Todopoderoso Absoluto, pues el poder del primero solo abarca lo posible, pero el del segundo alcanza hasta lo imposible.

Cierto es que finaliza la tragedia con una redundancia innecesaria cuando dice “si también lo imposible es posible”, porque en su caso lo es. De hecho, ya lo ha sido: se ha cargado en dos versos a Aristóteles, a Dios y al latín, ha reinventado la retórica y ha hecho realidad la fórmula soñada por la humanidad de todos los tiempos. Hasta el propio Benzemá ha dicho: “esto es lo que me pasa a mí cuando tiro a puerta, y la gente no lo entiende”. Pero yo, que confieso que vi el partido contra el PSG con un ojo en la tele y el otro en el Silogismo, entendí perfectamente el juego de Benzemá y su alternancia entre lo posible y lo imposible, especialmente en el caso de la bicicleta esa que dejó anonadado al mundo. Lo único que aún sigo sin entender es por qué siguen sin aprobarse los Presupuestos Generales del Estado. Después de esto no hace falta votar, sino botar. Es el más grande.

Yo pensaba escribir la comparsa del año que viene, pero tras la asimilación del silogismo ya me lo estoy pensando. Cuando me siento delante del Mac noto que me bloqueo: “voy a escribir lo posible e incluso lo imposible, si también lo imposible es posible”, me digo, pero el teclado no responde. Y no es un virus. Es, sencillamente, el fin de la historia. Ya solo queda el Juicio Final. La huelga feminista del jueves, digan lo que digan, ya no tenía sentido. Me pregunto si Álvaro Cervera recordará esto a los jugadores antes de saltar al campo. O mejor, no. Vaya a ser que se pongan a marcar goles en propia meta. Porque, siendo honesto, he de reconocer que la excesiva brillantez del silogismo lo hace muy elitista. Hay que dominar a la perfección la lógica proposicional, la lógica de predicados y la lógica de clases, el Círculo de Viena y la cuadratura del círculo. Si no es así, puede que el silogismo no alcance a las clases medias.

A los niños andaluces no se les entiende hablando. Ni se les entenderá, sobre todo a medida que el silogismo se vaya instalando en la articulación lingüística de la población civil. Emepunto y Aparte ha puesto el listón muy alto. Ya no hace falta el B-1 ni el B-2 ni el B-15. Emepunto ha convertido al español en la Lengua de todas las lenguas, en la revolución del Esperanto. Ha descubierto la conjugación infinita del verbo poder. Ya no es cuestión de ideologías.

Un amigo me envió por wasap el silogismo y, a continuación, me escribió:

—Este tío es tontopolla —sumando el emoticono del pulgar hacia abajo. —Se nota que no lo has entendido —le dije. —Sí lo he entendido: es tontopolla —insistió delatando su evidente ignorancia respecto a la lógica.

No le seguí el rollo y dejé la conversación ahí. ¿Para qué? No hay más ciego que el que no quiere oír. La cúpula del Partido anda barajando la posibilidad (que incluye la imposibilidad) de convertir el silogismo en el eslogan de la próxima campaña electoral. Si lo hace, a lo mejor no gana las elecciones, pero habrá sido por culpa de la corrupción. Solamente.

JUAN CARLOS ARAGÓN

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