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Emepunto Rajoy. Mensaje. Enviar.

La invitación al coloquio de Rajoy que recibió Juan Carlos.
Juan Carlos Aragón

JC:—Mariano, qué, ¿me llevo la guitarra?

M.:—Hombre, Aragón, qué alegría me da saludarlo. Me habían hablado de usted, que hacía murgas muy graciosas y tal…

JC:—Por eso te digo, por si quieres que me la lleve pa cantarte algo.

M.: —Sí, claro, estaría genial para amenizar el almuerzo. A mí y a los míos nos gusta cuando vamos a Cádiz que las murgas nos canten mientras degustamos unos peces del litoral.

JC: —¿Peces gordos?

M.: —¿Nosotros?

JC: —Los que os vais a comer.

M.: —No estaría mal. Ya nos hemos comido a varios.

JC: —¿De los vuestros?

M.: —Sí, de los vuestros.

JC: —Pero a lo que iba, Mariano, lo de la guitarra. Que digo yo que si os canto en el almuerzo se os puede indigestar. Se os pueden clavar las espinas.

M.: —¿De los peces?

JC: —No, exactamente. De lo que cante, más bien…

M.: —Ah, sí, bueno, ya, me dicen que no quieres al Rey y que eres pelín coñazo con eso de la libertad… ya, ya.

JC: —Déjalo, Mariano. Otra cosita. Que si puedes empezar a las 14:00, que salgo del instituto a quinta hora y no me da tiempo llegar.

M.: —Haré lo posible y lo imposible para que lo imposible sea posible.

JC: —¿Y viceversa?

M.: —Hombre, a tanto no llego…

JC: —O sea, que no. Será una pena. Tus discursos me encantan. Son muy veraces, fluidos, amenos y hasta cachondos.

M.: —¿Verdaz que sí?

JC: —Un descaro. Te lo digo yo que soy profe de filosofía y sé de lo que hablo. Tus discursos son un bastinazo. ¿Quién te los hace, Jorge Valdano?

M.: —No siempre, Aragón, no seas irónico, que no es más quien puede sino quien quiere, y quien quiere, puede, siempre y cuando lo que puede esté a la altura de lo que quiere.

JC: —Aro. Me lo has quitao de la boca. Y por cierto, ¿de qué vas a hablar, si se puede saber?

M.: —Pues un poco sobre la cuestión, así, en general, pero poniendo el acento en las sílabas que lo llevan… las que lo llevan, claro, pues es obvio y contrastado que no todas lo llevan.

JC: —No esperaba menos de ti, Mariano, eres el Bruce Lee de la oratoria. Entonces nos vemos en el Casino para el piscolabis.

M.: —¿Te llevas la guitarra, dijimos?

JC: —Eso está hecho. Te cantaré cositas.

M.: —¿Graciosas?

JC: —Para mí sí. Para vosotros, no sé. Los fachas tenéis un sentido del humor muy especial.

M.: —Pero yo no soy facha, Aragón, yo soy gallego.

JC: —Tan joío enero como febrero. Que no te preocupes. Te cantaré algo de Los Ladrones.

M.: —¿Los Ladrones? No me suena.

JC: —Normal. Ese año no fui al Falla. Pero estate atento que te gustará. Te sentirás identificado.

M.: —Bromista eres, Aragón. Va por lo de los EREs, ¿verdad?

JC: —En parte, Mariano, en parte. Pero que si ves que no pega te puedo cantar algo de Los Mafiosos.

M.: —Esa sí me suena. ¿Esa es la que nos llamó a través de su director para pedirnos los estatutos del Partido?

JC: —No, creo que te estás confundiendo con la Audiencia. Bueno, que te dejo, que sé que estás ahí con Valdano preparando el discurso. Enga. Un favor te pido.

M.: —Dime, Aragón.

JC: —¿Me puedo llevar al Kichi pa cantar con él? Es que ante la amenaza de que el año que viene lo echen del curro, le estoy dando vidilla a ver si le busco un cuelo en mi comparsa.

M.: —Bueno, vale, llévatelo, pero a la novia no, que a ver si luego con los güisquis alguno de los míos… tú sabes, se le va la mano, que esa te busca un bollo rápido…

JC: —Ya, si le meten mano y eso. Las mujeres. Ya sabes como están últimamente. No aguantan una broma de ese tipo. Aunque con vosotros no tiene por qué haber problemas. Ustedes son unos señores. Quitando a Bárcenas, Granados, Aguirre, Cifuentes, Camps, Blesa, Barberá, Correa, Fabra, Gallardón, Rato, y 800 o 900 más... los demás…

M.: —Los demás somos decentes, Aragón, no le quepa duda.

JC: —No me cabe la duda sobre la decencia, sino sobre los demás. ¿Quiénes son “los demás”?

M.: —Bromista eres, puñetero, cómo se nota que eres corista. Venga. Que te dejo que Valdano tiene una duda.

JC: —Y yo otra. Si te canto, ¿me pagas en A o en B?

M.: —Te pago en A lo que es en A, y haré lo posible y lo imposible para que, lo que es en B, sea en A, siempre y cuando lo que es en A sea lo mismo que lo que es en B. Así de claro. Ya me conoces.

JC: —Perfecto. Entonces, ¿a quién le pido el sobre?

M.: —¿En?

JC: —¿Mariano? Se le habrá ido la batería…

JUAN CARLOS ARAGÓN

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