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La obsolescencia programada del Concurso

El Gran Teatro Falla. / Foto: jesfarma (Flickr)
Juan Carlos Aragón

Nunca es tarde si la dicha es buena. Pero si no lo es…

La ilusión del concursante por ir al Falla es bonita. Hasta ahí, todo correcto. Pero la del público, además de bonita, es necesaria. Ayer asistí a un fenómeno social en las redes que no me extrañó —porque estaba a punto de llegar— pero me dolió: la apatía, la desilusión, la ausencia de celebración de los aficionados. Nunca vi una callada más grande por respuesta al resultado de uno de los acontecimientos más esperados del año. Un compañero de vida y carnaval intentó situar el centro de gravedad en que el sorteo se había celebrado un sábado, y además un sábado en el que la gente estaba más pendiente de los morazos prenavideños que del sorteo en sí. Me decía por ello que hasta en esto había estado poco lista la organización, que si llega a celebrar el sorteo en domingo (como siempre) la respuesta de la afición hubiera sido distinta, pues el domingo la gente se aburre más, se mete en las redes y hace likes y RT de lo que sea. Ojalá —u “ajolá”, que es más gaditano— fuera solo eso, pero creo que mi colega solo llevaba razón en un 10% del diagnóstico.

Como ya estamos viendo en el universo político, la gente, aunque sea a base de hostias, está dejando de ser tan tonta como creen quienes mandan sin bajar de los olimpos. El silencio no fue absoluto, fue relativo, que es peor. Por una parte, muchos de los concursantes arrastran un cabreo creciente con la organización que ha sido groseramente ninguneado. Por tanto, era difícil que ayer celebraran un sorteo cuyo resultado se veía venir y que solo contentó (y no del todo) a una minoría mínima: a la que le tocó tarde o en fin de semana. Y digo “no del todo” porque estrenar tarde en un concurso tan largo y abundado presenta el riesgo de que, cuando te toque cantar, ya te hayan pisado todo el repertorio. Si te toca pronto, es tan pronto, y sabes que después queda tanto… que tampoco puedes ni preparar unos ensayos generales en condiciones, ni estudiarte letras que lo mismo tienes que desestimar luego (o repetirlas ya sin efecto).

Por otra parte, la principal, está el aficionado (ni el friki, ni el jartible: el aficionado). Su primera desazón aparece cuando contempla el resultado final del sorteo. Hay agrupaciones más o menos esperadas. Como todo los años. Pero busca y rebusca una función que, como función, sea atractiva y no la encuentra. Las cabezas de serie sabemos que no garantizan a priori que vayan a cumplir las expectativas del público. Por tanto, el público tiene que apostar hasta la madrugada para confirmar si le ha merecido la pena el desgaste o no. Y eso, durante tres semanas, es mucho apostar. Buena parte de la afición se tiene que levantar temprano para trabajar… porque aún hay quienes trabajan, sabiendo además que después vienen unos cuartos más largos y unas semifinales más largas, con lo cual teme de antemano que el coeficiente de calidad de estas fases también baje. Luego observa que todas las funciones de cuartos y semifinales están fuera de fin de semana (el domingo es fin de semana por la mañana, picha, por la noche es depresivo). El Concurso de adultos comienza un 26 de enero y la final es un 1 de marzo. Mi afición al Concurso —como público— comenzó a venirse abajo a medida que se consolidaba este modelo. Un empacho, una indigestión, aunque sea de tu comida favorita te puede quitar las ganas de volver a probar esa comida.

El castigo a las cabezas de serie es también un inequívoco castigo al público. Y la satisfacción del público es más importante para el futuro del Concurso que el derecho a cantar en el Falla de cualquiera que lo desee. Dentro de una moderada mediocridad, lo notable se convierte en sobresaliente. Pero si la mediocridad satura, hasta lo sobresaliente se convierte solo en notable (y gracias).

Hace mucho tiempo que dije del Patronato todo lo que tenía que decir, y ya no seré yo quien vuelva a hacerlo, entre otras cosas, porque os juro que ya no sé ni quién lo compone, ni cómo, ni por qué… ni me importa. Acepté lo que había y decidí que, si se seguía concursando, fuesen tan amables de comunicarme el día y la hora a la que tengo que estar en el Falla (y no por gusto, evidentemente, sino por un ineludible respeto a los que van a cantar mis obras). Luché desde dentro y vi que dentro había un blindaje hermético para impedir cualquier tipo de lucha. Y puestos a levantar barricadas, hay —por desgracia— cien o cien mil asuntos mucho más prioritarios. Esto no es más que una afición. Sagrada. Sí. Pero una afición.

Solo ruego que mi alcalde tome nota de este infortunio (que me consta que la ha tomado). Como ya advirtió no hace mucho un lúcido Quintana, si el Concurso es municipal, no estaría de más que los munícipes tomaran las riendas y nosotros nos limitásemos a jalar de las carretas, nuestras carretas, que cada vez pesan más tan repletas como nos las ponen de frenos y obstáculos.

Ajolá me esquivoque y salga este año el Concurso de todos los tiempos, que bien nos vendría. Sobre todo este año…

JUAN CARLOS ARAGÓN

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  1. Hedonista Converso

    Felicito a todos los que han descubierto que hay vida antes de la muerte.

  2. Kant y Dubi

    Se puede tener por compañera la fantasía, pero se debe tener como guía a la razón.

  3. John McKillo

    Los otrora cañones de esquina, cofrades-sopistas del Carnaval que dan en llamarse gaditas, una subespecie excretada por esta población de nuevo cuño fruto de la invasión de provincianos. Recordarte que el primer mandamiento en la industria del espectáculo es no aburrir.

  4. think tupperware

    No me gusta como está gobernando HORECA la ciudad. Ya no les voto más.

  5. Inclasificable

    Tomarse en serio el Carnaval, no es Carnaval. Pópulo

  6. JJ Hervilla

    Los profesionales deberíais alquilar el bonito teatro de Salesianos, o el de San Felipe, o un local de la Punta, o una Carpa, y organizar un Concurso de agrupaciones profesionales, ajenos a la norma y corsé municipal, pero claro, sin el patrocinio del dinero público, destetados de la mamandurria. Seguro que no tendríais problemas, con el patrocinio de restaurantes, pubs, ayuntamientos provincianos, Sevilla, y las TVs, podríais montar un gran evento y comeros la parte del león —como hasta ahora—, pero eso si, corriendo con los riegos. Tenemos el ejemplo del Trofeo Carranza, un espectáculo futbolístico internacional que pasó a manos de profesionales y... Vosotros, los profesionales, lo que precisáis son más inspecciones de Trabajo, y de Hacienda, y la retirada de cualquier dinero público. El pueblo ya disfruta o se distrae con las 'ilegales'. Sois de la misma calaña que los políticos que os utilizan, a quienes servís por la guita. Andáis confundidos con ellos. Os hemos visto en restauranes contando chistes, haciendo el payaso unos, el indio los más... ¡Profesionales! Lamentable.