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La revolución está en camino

David Torres

Esta semana ha sido especial para los Torres. Nos hemos estrenado en muchas cosas y he recuperado emociones de antaño que creí olvidadas. La primera vez siempre es especial, porque sólo hay una primera vez. Con la edad aprendes a saborear esas circunstancias, tanto si las protagonizas en primera persona, como si asistes a ellas como espectador de excepción.
 

 
En apenas unas horas, los Torres (mayores) disfrutaron de su primer viaje con el INSERSO; el Torres (pequeño) jugó su primer partido ‘más o menos serio’ y sus padres, es decir, mi santa y yo, los Torres (medianos) asistimos felices a ambos eventos saboreando el merecido descanso de nuestros guerreros y el brillo en los ojos de nuestro hijo contándonos una y otra vez su gol y su emoción por la victoria. La revolución en mi familia se ha completado.
Saboreando como mi hijo se estrenaba contra el Colegio El Pilar con victoria, vestido de blanco y negro –pero de Kelme– y comentando el partidazo con el resto de papis del colegio Vicente Gaos y la lástima que nos dio el entrenador de los marianistas, me acordé de una frase que aprendí en Salesianos, una institución ciertamente similar a dónde se había disputado el partido: “No estoy diciendo que será fácil, estoy diciendo que valdrá la pena”.
Y es que, cada día que pasa, desde que el proceso de venta del Valencia comenzó, me aplico constantemente esa frase a mí mismo y a la entidad de Mestalla. El club ha cambiado, confío en que para bien, pero el tránsito hasta que termine siendo lo que Salvo, Aurelio, Lim y compañía nos dijeron y nos prometieron, no va a ser sencillo. Sé que valdrá la pena, pero antes habrá que hacer sacrificios porque la revolución no ha hecho más que comenzar.
Para empezar, hay que asumir que la entidad ha crecido y eso ha implicado una cierta despersonalización. Es lo que tiene la modernización. Por eso, hay costumbres decimonónicas que tienen que cambiar. Y es difícil encontrar un punto intermedio que no moleste a nadie porque, toda alteración del ‘statu quo’ implica cambios que chocan con el estado social existente.
Por ejemplo, no me imagino a un Valencia sin sus peñas; pero tampoco veo un club de superélite como el que pretende ser cediendo a sus futbolistas para que vayan de ruta turística tres veces por semana, como ha pasado en los últimos días. Se puede hacer valencianismo, se debe, pero hay otras formas de hacerlo.  
Igualmente no veo un Valencia que olvide su idioma o sus orígenes; pero tampoco un club que se deje politizar por la lengua o la religión como algunos pretenden. Ni en un sentido, ni en otro.
Las contradicciones mentales a las que nos tenemos que enfrentar son innumerables y nos costarán, pero quiero convencerme de que merecerán la pena. Así, me cuesta imaginar un Valencia con más Enzos o Rodrigos, que Gayàs o Alcáceres, pero tendremos que acostumbrarnos a eso o a que, sin dar la espalda al socio; al pequeño accionista o al aficionado; los tiempos en los que sin apenas acciones te podías hacer famoso y aspirar a cambiar la idea del club, han pasado.
Habrá que empezar a pensar en términos macroecónomicos y netamente empresariales; en ampliar fronteras sociales, geográficas y mentales para adaptarnos a los nuevos tiempos, en marketing y en globalización… Ahora bien, no concibo un equipo económica y socialmente fuerte, que potencie su imagen en el extranjero y su merchandising, pero que en el campo –que es el epicentro de esta bendita locura llamada fútbol– no rinda. Y, en ese sentido, esta semana en la que el Valencia disputa tres partidos es decisiva para que la revolución se asiente sobre la sólida base que proporcionará participar en la próxima edición de la Champions y sus correspondientes ingresos. Así que, prepáremonos porque la revolución (de los claveles, espero) ha comenzado, y ya no va a detenerse. Feliz semana.
David Torres
Delegado ElDesmarque Valencia  

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