Transcurrieron los 100 días de confianza, aquellos que en su día Franklin Delano Roosevelt pidió a Estados Unidos en 1933 para darle una vuelta a la economía y lanzar al país norteamericano de nuevo a la cabeza del mundo tras la gran depresión. También pasaron en Valencia y el presidente del Valencia CF Anil Murthy los ha aprovechado de lo lindo. Nada de lo que pensábamos, sufríamos o sentíamos aquel caluroso 1 de julio cuando accedió a la cabeza del club es igual. El singapurés, con puño de hierro en guante de seda, con una sonrisa en la cara, ha ido cincelando a base de medidas el club hasta devolverle cierta normalidad entre tanto caos y cambiarlo de forma radical.
Las aspiraciones que tiene Murthy son grandes y revolucionarias. Eso de relacionarse directamente con los aficionados, quitar privilegios a las peñas y la Curva Nord, y tirar por el camino del medio hablan de un dirigente valiente u osado, pero con las ideas claras. En el aspecto deportivo nada hay que reprocharle: el Valencia ha perdido dinero a espuertas pero ha limpiado un vestuario que olía a podrido. Los resultados no han podido ser ni más satisfactorios, ni más inmediatos.
Cierto es que el palo para la economía ha sido grande pero, con su inseparable escudero Mateo Alemany -es medio Valencia- la apuesta les ha salido bien a corto plazo. Si el equipo vuelve a Europa y empiezan a recuperar ingresos, será para quitarse el sombrero.
Porxinos, el Nuevo Estadio de Mestalla y Bruselas eran asuntos que hasta la llegada de Murthy o estaban parados o parecían pendientes de inalcanzables gestionessecretas. Luz y taquígrafos ha pensado el mandatario y no se corta un duro en explicar con detalle qué y cómo va a meterle mano a cada asunto. Al principio pensé, lo reconozco, que tenía poca idea del mundo que le rodeaba y, por momentos, creí que improvisaba. La realidad, no obstante, me demuestra que estaba equivocado y que tiene las cosas mucho más controladas de lo que pueda parecer. De Murthy admiro su capacidad y su velocidad de aprendizaje. En apenas un año nos ha tomado la medida a los valencianistas. En doce meses ha conseguido lo que Layhoon (o Kim Koh) no habría logrado en la vida, por muy capaces que fueran.
Es Murthy un presidente que me desconcierta. Será por su perenne sonrisa, o por su cara de nunca romper un plato, pero el caso es que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones. José Ramón Alesanco puede dar buena fe de ello. Estaba pintado, no aportaba nada y su papel era secundario. Llegó un día, en un discurso sobre los fichajes Anil se olvidó de él deliberadamente y a la semana se lo cargó. Punto y final. Mejor dicho, punto y seguido.
Ah! Con todo, mal haría Anil Murthy si se confiara y pensara que todo el camino está andado y será sencillo. Los resultados positivos son un bálsamo que tapan carencias, apagan revueltas y calman apetitos. Pero la realidad es que sólo los enmascaran, en momentos de crisis volverán a aparecer los problemas y, si para ese momento no tiene todo controlado de verdad, sufrirá. A su lado cuenta con un gestor, quizá el mejor fichaje en los despachos que recuerdo en Valencia en mucho tiempo, con el que ha formado un tándem que dirige al Valencia con mano firme en el timón. Me congratulo por ello. Feliz semana.
David Torres
Delegado de ElDesmarque Valencia