Cuando uno piensa en la Tercera Guerra Mundial se imagina un campo de batalla, guerreros en el cuerpo a cuerpo con más o menos tecnología, aviones lanzando misiles de forma selectiva y portaaviones nucleares dando caña con lo que se tercie; los submarinos, listos para atacar a quienes osen cruzar por sus aguas.
Lo cierto es que la Tercera Guerra Mundial, de producirse, no tendría nada que ver con eso. Sería más psicológica; el juego del Terror, en mayúsculas, se vestiría de amenaza química, de aislamiento informativo, de ausencia de conexión al Internet (y aparición de otras formas de Internet por radiofrecuencia, por ejemplo). La Tercera Guerra Mundial, de hecho, es un conflicto por episodios que, probablemente, arrancó el 11 de septiembre de 2001 con una gran batalla donde un bando, pillado por sorpresa —salvo que te guste la conspiranoia; en cuyo caso, espera— perdió a casi 3.000 personas uniformadas… pero con trajes de chaqueta, faldas y corbatas. Un Pearl Harbor en el corazón del capitalismo.
El 11M, el 7J, Charlie Hebdo, 13N… Es como si atacaran a tu ejército. Atacan a tus semejantes. A esos en los que puedes verte reflejado. Otro día te dicen que pueden envenenar tu agua o enviarte Antrax (Carbunco) en un sobre. Con una precisión milimétrica, cuenta mucho más provocar terror que muertos. El terror paraliza a las personas, las personas paralizan la bolsa y dejan de consumir petróleo. Ahí dañas a Occidente dejado inutilizada su economía.
Aunque Estados Unidos tenga 5.113 ojivas nucleares —en 1967, en plena Guerra Fría, contaba con más de 30.000— y Rusia, unas 9.000 (datos de 2008), ninguna de las dos potencias son tan imbéciles como para lanzárselas entre sí. Una centésima de ese arsenal sería suficiente para dejar desiertas las principales urbes de ambos países y, lo peor: inhabitables por décadas.
Los hackers y crackers que ahora se entrenan o atacan bancos, monederos de Bitcoin o bases de datos de hospitales, estarán al servicio de los gobiernos para intentar inutilizar las principales infraestructuras energéticas, de comunicación, etcétera.
¿Los biólogos y químicos? ¿Quién dice que el Coronavirus no está creado en un laboratorio para acabar con las personas mayores? Ellos son los principales opositores a los movimientos de izquierda a nivel mundial. El Brexit existe “por ellos” y en España frenaron el avance de Podemos hasta convertirlo en una fuerza meramente “auxiliar” para el PSOE. Los votantes de más de 70 años son eminentemente conservadores. ¡Este es un virus comunista! Por eso se ha creado en China.
El párrafo anterior es una conjetura sin ninguna base, de la misma forma que Bletchley Park no era Bletchley Park durante la Segunda Guerra Mundial, ni allí estaban Alan Turing y un equipo de criptógrafos descifrando Enigma para acabar con los alemanes. Los grandes movimientos estratégicos solo se pueden valorar con el paso de los años.
Imaginad por un momento que el Gobierno de China —o una alianza de países “comunistas” que cuenten con ellos— consigue doblegar a los Estados Unidos y confiscan Facebook. Tendrían acceso a la mayor base de datos de comportamientos, opiniones e ideologías de la historia. Tendrían también las pruebas. “Manuel López Pérez ha recorrido estas ciudades en los últimos cinco años (¡Maldito GPS!), se ha reunido con estas personas (¡Maldito GPS!), ha hecho ‘Me Gusta’ en todas estas publicaciones pro fascistas —el “fascismo” se define en función de lo que piense tu contrario— y es amigo de todos estos miembros subversivos”. Escalofriante.
Siguiendo con la fase conspiranoica de este artículo, ¿pensáis que una vez que tuvieran toda esa información se iban a limitar a contentarse con el conocimiento? No, comenzaría el exterminio. Fuera todos aquellos que no piensen como yo. Ya lo hicieron Hitler, Stalin, Franco… Y no creo que hayamos aprendido.
Por lo tanto, lo más sensato es saber cuál es nuestro papel en esta nueva y dilatada Tercera Guerra Mundial porque, nunca lo olvidéis: Ahora más que nunca, la línea entre el futuro y la distopía es muy delgada.