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Hay cosas que nunca nos podrán robar

El pesar de Willy, Camacho o Demichelis tras el partido.Borussia Dortmund-Málaga

Empieza uno estas líneas en caliente, a 20.000 pies de altura, sobrevolando Alemania. Han pasado cuatro horas y media desde el partido. Son las tres de la mañana. En el chárter del Málaga hay atmósfera de duelo. El avión es un velatorio. Los ojos vidriosos de los jugadores hablan sin mover la boca. Les han hecho llorar. Pónganle ustedes el collar al perro si quieren, yo no voy a nombrar más a un tipo que ha entrado en la leyenda negra del Málaga. Nadie ha podido echar a este equipo de Europa. Sólo él. Lo duro es que es un árbitro. Y los árbitros, hasta hoy, no marcan goles, aunque sí condicionan partidos y truncan ilusiones.

Hoy hemos vivido uno de las días más duros de la historia de esta entidad. En dos minutos pasamos de descorchar el champán a recibir los pésames. En cien segundos nos trasladaron súbitamente del cielo al infierno. Después, las lágrimas de Juanqui y Miguel eran las del Málaga. Si el escudo tuviera una cara, esa sería la suya. Los 'Pichitas' son el alma de este club. Ellos lloraron junto a Sandro, Fernando Sanz y Josemi en Do Bessa cuando los penaltis le arrebataron al 'EuroMálaga' las semifinales de la UEFA. Una década después, han puesto su hombro a Isco, Demichelis o Willy. Ellos, Juanqui y Miguel, sienten en su pecho la angustia más pura de un sentimiento encontrado como el de esta noche. Porque ellos mamaron el malaguismo desde la incubadora, como otros tantos miles de personas, y hoy les han cortado las alas cuando más alto volaban.

El dolor de los jugadores es deportivo. Han asombrado a Europa con su buen hacer y esta noche habían callado con goles a la grada más animosa del Viejo Continente, la SüdTribüne estaba muda. Dejaron en el verde una lección de fútbol. Las estampas de después de los focos también decían mucho. Ese Joaquín, solo, desparramado por el suelo de la terminal del aeropuerto de Münster; ese Pellegrini con la mirada perdida saliendo del vestuario del Westfalenstadion; esos jugadores, todos, llorando de una manera descorazonadora. Hoy han perdido una batalla, pero esta guerra es suya. Para mí, han ganado la Champions.

Porque la mejor competición de clubes del mundo la disputan los mejores equipos y jugadores de Europa, pero la dirigen directivos de Tercera. Y la arbitran mediocres que salen impunes de atrocidades como la de esta noche. ¿Quién le paga al Málaga el daño multidireccional de tal escándalo? En millones de euros y en intangibles. ¿Quién le pone el parche a esta herida que será para siempre una cicatriz? ¿Platini? ¿Infantino?¿Blatter? ¿Villar? Ya respondo yo. Nadie. El himno celestial de la Champions no los merece.

Pero sepan una cosa y no la olviden nunca. Detrás de cada cicatriz se esconde una historia, y la de esta temporada es un cuento. Un cuento de hadas, sin perdices, vale, pero con momentos que nos quedarán para siempre, con jugadas que nunca olvidaremos, con anécdotas que dentro de muchísimos años serán famosas y con jugadores que se convertirán en leyendas del Málaga para siempre. Nosotros hemos vivido todo esto y lo contaremos con orgullo mañana. Eso nadie nos lo podrá robar.

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