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Mano dura con Sampaoli y la AFA

Periodista desde 2000. Fundador de ElDesmarque.


No ha pasado tanto desde que el Sevilla ganó el derbi en Heliópolis. Ese día la gente estaba contenta, se agolpaba en torno a los héroes para tributarles el merecido recibimiento en su hotel de concentración y llevar en volandas al 'Mesías argentino' Jorge Sampaoli hasta su coche por haberle ganado al Betis, estar peleando la Liga y tener muy cerca la posibilidad de jugar unos cuartos de final de la Liga de Campeones.
Hasta entonces, Sampaoli preparaba bien los partidos, arreglaba con cambios geniales los pocos errores que cometía y lo bordaba en las salas de prensa contestando a todo en ejercicios de sinceridad poco habituales en el fútbol español. Daba igual que el tema en cuestión fuese el interés del Barça en hacerse con sus servicios, la posibilidad de que Alexis Sánchez recalara en el Sevilla (por los... ) o su pronóstico acerca del resultado del Barcelona-Real Madrid. Sampaoli había caído en gracia.
Si Claudio Borghi, su predecesor en el cargo en Chile, se metía con él, lo hacía por una malsana envidia derivada del éxito de Jorge haciendo ganadora a una selección que nunca lo había sido. Allá donde Sampaoli se había creado enemigos estos no tenían ni idea de nada, porque Sampaoli ganaba. Hasta Lillo, repito, ¡Lillo!, se estaba fabricando otra vez un cartel de gurú top de los banquillos. 
Pero todo ha cambiado. Ahora resulta que Borghi tenía razón, que el equipo no está trabajado, que Lillo es una mentira, que lo de Heliópolis fue una casualidad, que el equipo nunca jugó bien, que las ruedas de prensa eran de vergüenza ajena y que los cambios acertados eran fruto de una alineación astral que sólo se produce cada un millón de años. 
Y todo ha cambiado porque Sampaoli no está en lo que tiene que estar. Sampaoli tiene la cabeza a 9.660 kilómetros, los que separan Buenos Aires de Sevilla. Tiene 57 años, la ilusión de disputar un Campeonato del Mundo con Argentina y la necesidad vital de firmar su último gran contrato. En Europa ya sabe que no va a entrenar, al menos de momento, a ningún grande. En algún punto de su etapa en el Sevilla creyó estar cerca de ello, le seducía el Barça, incluso quizás llegó a pensar de verdad que podía ganar la Liga con el Sevilla, pero una vez alejado de ese sueño dejó de creer, empezó a pensar en la albiceleste y se desenchufó por completo del equipo que le paga. 
Primero se desconectó de la realidad deportiva y como resultado de ello dejó de utilizar a Jovetic y a Franco Vázquez y, lo que es más grave, permitió comportamientos inadmisibles en cualquier vestuario profesional que derivaron en una sonrojante eliminación europea y en un mes de marzo horrible. En apenas unas semanas, tiró por la borda el trabajo de todo un año y convirtió una temporada preciosa en otra mucho más mediocre. Sampaoli había perdido el norte.
Llegados a este punto, y ya sin Monchi en escena, Sampaoli empezó un juego inadmisible: MOFARSE DEL SEVILLA. Suena duro pero es así. No se puede interpretar de otra forma su manera de actuar en los últimos días. 
El problema es que el Sevilla se ha acostumbrado a estas cosas. Falta mano dura. Cualquier otra cosa no sea una ACCIÓN contundente contra la AFA, con independencia de las consecuencias que esto acarree y, por supuesto, dificultarle lo máximo posible la salida a Sampaoli, será una muestra de debilidad. Y creo que el Sevilla ya debería haber dejado de ser un club débil. Al menos eso dicen...

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