Siete medallas de oro, en disciplinas tan dispares como el fondo, las vallas, los obstáculos o los lanzamientos, han convertido a Kenia en la primera potencia en los campeonatos del mundo de atletismo, en una suerte de cataclismo que dejó a Estados Unidos en un tercer puesto no menos sorprendente.José Antonio Diego
La victoria de Asbel Kiprop, que por tercera vez se coronó campeón de 1.500, fue la guinda de un pastel confeccionado con ingredientes hasta ahora inéditos en un país que parecía condenado a disciplinas de largo aliento.
Kenia empató en medallas de oro -siete- con la Jamaica liderada por un Usain Bolt "inhumano" que sigue contando los oros de tres en tres, pero el país africano se llevó de Pekín, además, seis platas y tres bronces hasta redondear la cosecha de más calidad entre los 32 equipos presentes en el medallero.
Los triunfos de Nicholas Bett en 400 metros vallas y de Julius Yego en jabalina fueron los éxitos más sorprendentes de Kenia, que dejaron en un segundo plano la suspensión por dopaje de dos de sus velocistas, Koki Manunga y Joyce Zakary.
Por primera vez en 24 años, el país dominador del cuadro de metales no han sido ni Estados Unidos, que había liderado la lista de medallas en las cinco ediciones anteriores y esta vez ni siquiera acabó segundo, ni Rusia, dos potencias que han repartido ese puesto de honor con la única excepción de las dos primeras ediciones, dominadas por la antigua Alemania oriental.
Pero si el retroceso de Estados Unidos fue notable en El Nido pequinés, la caída de Rusia fue un auténtico descalabro. En el ojo del huracán por las sospechas de dopaje masivo y sistemático, el equipo ruso, que había sido segundo en casa hace dos años, se despeñó hasta el noveno puesto, sostenido a duras penas por el vallista Sergey Shubenkov y la saltadora de altura Maria Kuchina, sus dos únicos campeones en Pekín.
Vigilado estrechamente por la IAAF y la Agencia Mundial Antidopaje, el atletismo ruso renunció a inscribir a sus marchadores con la única excepción de Alexandr Yargunkin y, para colmo, éste dio positivo poco antes de viajar a Pekín.
Usain Bolt volvió a ser el rey de los Mundiales, como en los de Berlín 2009 y en los de Moscú 2011. Se dejó en medio los de Daegu 2011, donde fue descalificado por salida falsa en la final de 100 metros, pero aquél fue su único fallo en las grandes ocasiones. Todo lo demás ha sido amasar una fortuna en metales dorados.
El gran ídolo jamaicano llegó a Pekín con ocho medallas de oro en Mundiales, empatado con Carl Lewis, y ahora aventaja ya en tres al "Hijo del Viento" estadounidense tras conseguir el cuarto triplete en grandes campeonatos.
El sábado, penúltimo día de competición en Pekín, el estadounidense Ashton Eaton logró en el decatlón el único récord mundial de Pekín 2015 (9.045 puntos, seis más que el suyo anterior), pasó su gesta pasó casi inadvertida ante el revuelo que levantó Bolt ese mismo día, en que, como último relevista de Jamaica, remató un triplete ya casi rutinario.
También el británico Mo Farah experimentó en sus magras carnes la sensación de haber logrado una hazaña que no recibió la atención que merecía en los medios por la dichosa coincidencia en tiempo y lugar con los triunfos de Bolt.
Farah logró su cuarto doblete consecutivo del fondo con sus victorias en 5.000 y 10.000 metros, como había hecho en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, en los Mundiales de Moscú 2013 y en los Europeos de Zúrich 2014.
Los Mundiales de Pekín asistieron también al relevo en la presidencia de la IAAF. El senegalés Lamine Diack cedió el cargo, después de ejercerlo durante dieciséis años, desde la muerte del italiano Primo Nebiolo, al británico Sebastian Coe, doble campeón olímpico de 1.500, que asume la responsabilidad de limpiar la imagen del atletismo y devolverle la relevancia que tuvo en sus tiempos como atleta.