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Beck Weathers, un muerto en vida resucitó en el Everest

Beck Weathers (1946, Texas) salió camino de la cumbre del Everest el 10 de mayo de 1996 dispuesto a cumplir su sueño. La montaña más alta del mundo (8.848 metros) enseguida empezó a pasarle factura. Se quedó medio ciego y se detuvo en espera de que sus compañeros volvieran a recogerlo. Una terrible tormenta convirtió aquel lugar en un infierno
La expedición se desperdigó y Beck quedó abandonado hasta que entró en coma hipotérmico. Cuando amainó la tormenta, sus compañeros fueron de nuevo enCarlos de Torres
Redacción deportes, 27 may .- Beck Weathers (1946, Texas) salió camino de la cumbre del Everest el 10 de mayo de 1996 dispuesto a cumplir su sueño. La montaña más alta del mundo (8.848 metros) enseguida empezó a pasarle factura. Se quedó medio ciego y se detuvo en espera de que sus compañeros volvieran a recogerlo. Una terrible tormenta convirtió aquel lugar en un infierno
La expedición se desperdigó y Beck quedó abandonado hasta que entró en coma hipotérmico. Cuando amainó la tormenta, sus compañeros fueron de nuevo en su busca. Lo encontraron cubierto de nieve y la cara y las manos congeladas. Apenas respiraba. Ante la imposibilidad de bajarlo en esas condiciones le dieron por muerto y se lo comunicaron a la familia Weathers. El alpinista escucho cómo sus amigos comentaban su muerte.
A partir de ese momento, el misterio. Beck se reveló ante el recuerdo de su familia, despertó del coma hipotérmico y totalmente ciego, con el instinto como único guía, llegó al campo III. Cuando abrió la cremallera de la tienda, sus compañeros se frotaron los ojos. Llevaba tres días sin comer y dos sin beber.
Beck fue evacuado en helicóptero a otro campamento y posteriormente, tras varias operaciones, se tuvo que adaptar a otra vida sin los dedos de los pies inferiores ni de la mano izquierda y con la amputación del brazo derecho a la altura del codo. Su "resurrección" tiene difícil explicación médico-científica, pero su vida cambió para siempre.
La película Everest, estrenada en España en septiembre del 2016, está inspirada en esta tragedia y la historia de Beck Weathers aparece reflejada en ella. También ha publicado el libro "Dado por muerto" en el que detalla lo sucedido. En una entrevista con EFE desde Dallas, Beck recuerda su odisea.
 
Pregunta. - ¿Le han dado alguna explicación médica y científica al hecho de que usted saliera con vida de su aventura?
 
Respuesta. Que yo sepa, soy el primer caso en la historia del montañismo en entrar en coma hipotérmico y sobrevivir. Cuando pienso en ello, no sé la respuesta. El poder del sol es muy fuerte en altitud, incluso con mal tiempo, y calentó mis ropas preparadas para absorber el calor. Al aumentar mi temperatura, abrí los ojos. A partir de ahí depende de tus ganas de levantarte y moverte.
 
P. - ¿A qué se agarró en los momentos de desesperación?.
R. - Estaba seguro de que iba a morir, pero desperté y en el primer instante vi delante mío una imagen de mi mujer y mis hijos. Era tan real que parecía que estaban allí. Eso me hizo levantarme y moverme. No me quería rendir a la idea de que no volvería volver a abrazar a mi familia y poderles decir lo mucho que les quería. Ceder ante la muerte hubiera sido inaceptable para mí.
P. - ¿Qué siente una persona que sabe que va a morir?
R. - Cuando desperté el sol estaba 15 grados por encima del horizonte y sabía que cuando llegase al horizonte estaría muerto. Nadie ha sobrevivido dos noches en el Everest y no pensé que yo sería el primero en hacerlo. Este monte de día es muy complicado, pero de la noche se puede convertir en un infierno. Sabía que iba a morir y lo acepté, no tenía miedo de ello. Tuve un terrible sentimiento de tristeza porque había muchas cosas de la vida que quería experimentar, y me arrepentiría de no haber podido hacerlas: ver a mi familia. Ahora tengo un nieto, disfruto de la experiencia de ser un abuelo y hacerme viejo. Son cosas que no quería perderme de ninguna manera.
P. - ¿Cómo fue su recuperación física y mental?
R. - Fue complicado. Perdí mi mano derecha y los dedos de la izquierda, y la mitad de mi cara está destrozada. Hubo muchas cosas que curar en lo físico, y eso me llevó un año y muchos dolores. Los aspectos físicos fueron más fáciles de recuperar que los emocionales. Me tuve que reinventar a mí mismo y eso requirió un enorme trabajo para no caer nunca en la desesperación y encontrar todos los días una razón para seguir viviendo. Si me hubiera dejado vencer, ahora no estaría disfrutando como disfruto.
P. - Su vida dio un giro radical, ¿ahora qué valora?
R. - Mi vida cambió enormemente para mejor. Antes encontraba el valor de las cosas en el exterior, en mi éxito en la medicina, en la escalada. Después del Everest, aprendí a encontrarme a mí mismo y a valorar las cosas que tienes más próximas. Fue un enorme toque de atención y puedo decir que los últimos 20 años han sido satisfactorios y he alcanzado más paz gracias a los cambios.
P. - La odisea le permitió recuperar su vida familiar a pesar de que su mujer le esperaba a que bajara de la montaña para divorciarse.
R. - Sí, al volver mi mujer me comentó que había decidido divorciarse. Obviamente fue una cosa horrible de escuchar, pero ante aquella circunstancia me dijo que me daría un año para demostrar que era una persona diferente. Por supuesto, se convirtió en un año de un reto muy importante, pero eso salvó la relación con mi mujer y con mis hijos.
P. - Veinte años después del accidente, ¿cómo afronta la vida?
R. - Ahora vivo en el presente de forma pacífica, soy más tranquilo y las relaciones con familia y amigos son mejores. Siempre pensé que ellos iban a estar conmigo cuando fuese más mayor y los necesitara. Pero amar a las personas no es suficiente, tienes que estar ahí para ellos. Me esforcé en ello y para mí ha sido un regalo darme cuenta de eso. Ahora soy una persona más optimista, que vive el presente, lo inmediato. Antes esperaba un futuro que nunca llegaba. Esto trato de explicarlo para ayudar a los demás.
P. - ¿A qué se dedica ahora?. ¿Cuáles son sus aficiones?.
R. - Soy patólogo y trabajo en un hospital de Dallas. Encuentro que trabajar es muy satisfactorio y hubiese sido miserable si hubiera tenido que dejar el trabajo. En el tiempo libre me gusta volar porque mi padre era piloto y me aficioné. No fue fácil adaptarme sin manos pero, a pesar de todo, si te propones algo lo consigues. Me convertí en un piloto comercial. Volé durante 10 años y lo dejé el año pasado.
Ahora mis hobbys son jugar con mi nieto, que es un tesoro, y aún me gusta disfrutar de reunirme con gente y hablar de la experiencia del Everest y lo que significó, porque pienso que hay lecciones que pueden ayudar a otros en sus vidas.

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