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Rosa Fernández sueña con el K2 desde la bicicleta

David Ramiro

Villamartín de Valdeorras (Orense), 6 jul .- La asturiana Rosa Fernández es una de las grandes alpinistas españolas. En su historial de ascensos cuenta con seis 'ochomiles' y las '7 Cumbres' por techos de todo el mundo, uno en cada continente. Defensora del papel de la mujer en el deporte, sueña con el K2 mientras lidera el proyecto ciclista 'Una a una'.

Rosa Fernández (Cangas del Narcea, Asturias. 1960) llegó a la alta montaña en 1997 por una casualidad de la vida. "Había un grupo de chicos de Asturias que habían intentado escalar el Everest, querían subir otro ochomil y pensaron que si llevaban a una chica les darían una subvención. Cuando me lo ofrecieron yo pensé que sería la aventura de mi vida", comenta a EFE Rosa, sobre esa primera expedición al Gasherbrum II.

Hubo un antes y un después de esa montaña. Tenía 37 años, una tienda de bicicletas en Oviedo y un salón de belleza con dos amigas del que traspasó su parte de negocio para dedicarse a este mundo nuevo que había conocido.

"Al volver de una expedición al Sisha Pangma en la que no hicimos cumbre, empecé a pensar en el Everest. Todo el grupo de chicos se vino abajo porque era mucho dinero, no querían dedicarle mucho tiempo, y me fui sola. En casa no se lo creían y a un mes de marcharme, como no tenía dinero suficiente, busqué financiación en la familia. Mi padre me dijo que no, pero recurrí a mi abuela, que me veía feliz y me lo dio pensando que iba a dormir bajo las estrellas", confiesa.

Al Everest se fue sola. Aterrizó en Katmandú y allí le esperaba el sherpa que iba a ir con ella.

"En Nepal hay varias agencias que organizan expediciones. Yo contacté con la agencia con la que trabajaban mis amigos y a través de ellos conocí a mi sherpa. Con ellos contratas todo desde que llegas a Katmandú, desde el hotel y todos los servicios hasta el campamento base, incluido el cocinero. Luego, a la hora de escalar, tú lo haces con tu sherpa, y subes cuando te apetece", relata.

En 2005, su hija Noemí, tras volver del Everest, viendo cómo le gustaba a su madre la montaña, le sugirió la posibilidad de hacer el proyecto '7 Cumbres'. Se trataba de escalar siete montañas, una en cada continente.

Así fue como entre 2006 y 2007 subió al Aconcagua (América del Sur), Elbrus (Europa), la Pirámide de Carstenz (Oceanía), el McKinley (América del Norte), el Kilimanjaro (África) y el Monte Vinson (Antártida), que se unieron al Everest.

Tras completar esos proyectos volvió a tener patrocinios pero todo cambió en 2009. Parecía que iba a ser un año bueno, pero "la alegría no duro nada". Rosa fue diagnosticada con un cáncer de mama.

"No me lo creía, porque estaba fenomenal. Me marchaba de expedición a finales de marzo y ya tenia los vuelos y todo listo. Después de operarme me pusieron radio y antes de la quimioterapia me dejaron un mes para irme a Pakistán. Yo tenía muchas ganas y el médico me dijo: 'Por un mes que te demos de alta, si te vas a morir, te vas a morir igual. Y si en tu cabeza crees que es lo mejor, adelante'. Así que me fui", declara.

"Lo hice con un grupo de Nepal y me apunté con ellos. Fue un año en que no hice cumbre en el Broad Peak, llegamos a superar los siete mil metros, pero me vine feliz", recuerda.

En esos momentos, otro proyecto comenzó a rondar su cabeza y tenía que ver con el ciclismo, un deporte que aprendió con casi cuarenta años. Como tenían una tienda de bicis e iban a tener patrocinio pensó algo relacionado.

El proyecto es el club de ciclistas 'Una a una'. "Se llama así porque pensaba que no vendrían dos chicas juntas, sino que llegarían una a una. Empezamos pocas y ahora somos 76. Hacemos rutas todos los fines de semana por niveles y un fin de semana al mes una de iniciación".

Sobre la bicicleta también ha completado grandes retos, el último la Pilgrim Race que discurre por el Camino de Santiago y que en su edición de 2018 ha contado con más de cincuenta mujeres. Aún así, su cabeza también sigue pensando en la alta montaña.

"El K2 (8.611 metros) es una montaña a la que me encantaría ir, es mi sueño. Voy a intentar conseguir patrocinio porque están subiendo mucho los precios", comenta Rosa, que, como experta en alpinismo, recuerda la importancia de la psicología para afrontar una expedición de grandes magnitudes.

"Son muchos días fuera de casa y hay que tener muy claro que quieres llegar. Si no disfrutas las tienes todas para darte la vuelta", apunta la alpinista, consciente también del riesgo que conlleva la montaña.

"No me da miedo la muerte en la montaña. Tampoco quiero que si me pasa algo malo me rescaten. Me parece mal que se jueguen la vida otras personas por un posible rescate mío. Si me muero en la montaña lo hago haciendo lo que me gusta y tan feliz", declara.

El deporte femenino está creciendo, pero aún se encuentra lejos del apoyo que reciben los hombres, en este caso concreto en la montaña.

"No sé muy bien lo que pasa, pero hay patrocinios para los hombres porque hay varios con su proyecto de catorce ochomiles, pero sin embargo para nosotras no hay. A lo mejor vivo en Asturias, que es un sitio más complicado para encontrar recursos, pero si nos quieren vender fútbol o baloncesto lo venden, así que si quieren vender montaña también lo pueden hacer", comenta.

"Hay muchas mujeres a las que les apetecería ir a la montaña. Hay afición, lo único que falta son patrocinios", concluye.

Mientras sueña con el K2, Rosa Fernández puede presumir de estar en la elite del alpinismo español. Ha coronado las cumbres del Gasherbrum II, Makalu, Everest, Kangchenjunga, Llotse y Manaslu y pronto esa lista podría crecer.

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