Miquel Muñoz
Barcelona, 23 mar .-Juan Carlos, apoyado sobre dos muletas, tomó la palabra para explicar lo que aquel sencillo gesto escondía. Tras esa postura, la de un hombre de pie, estaba un accidente de moto que desembocó en una lucha constante contra la tetraplejia. Esta historia la escuchaban, en medio de un silencio ensordecedor, los juveniles del Barcelona de balonmano.
Era una tarde cualquiera, pero los canteranos azulgranas, en vez de ejercitarse sobre la pista de la Ciudad Deportiva Joan Gamper, estaban en el Institut Guttman, un centro de rehabilitación para lesionados medulares. Ese entrenamiento alternativo respondía al proyecto Masía Solidaria, una iniciativa del club para empapar a sus jóvenes de valores vitales.
El proyecto Masía Solidaria consiste en acompañar a cada equipo de la cantera azulgrana a visitar un colectivo con problemas, para que las futuras estrellas no pierdan pie del suelo.
Los juveniles no quitaban ojo ni a la figura de Juan Carlos, ni a la pantalla donde proyectaba orgulloso las imágenes de sus hazañas como creador y jugador de la selección española de rugby en silla de ruedas, que se convirtieron en la vía para romper el hielo.
Los más valientes empezaron a interrogar sobre los qués y los cómos de esta disciplina deportiva, aunque todas las preguntas compartían trasfondo: en realidad, aquellos chavales al borde de la mayoría de edad querían saber qué era convivir con la enfermedad.
Rodrigo de la Fuente, excapitán del Barcelona de baloncesto, es ahora uno de los responsables del proyecto y acompaña a los canteranos en este tipo de visitas. "A los juveniles los traemos al Institut Guttman porque están a punto de conducir. Intentamos adecuar las experiencias a su grado de madurez", explica a EFE.
La visita al centro de rehabilitación acabó con los deportistas en su hábitat natural: la pista. Jugaron un partidillo con los pacientes antes de subir al autobús. "No queremos que esto sea un 'Bienvenido Míster Marshall', sino que queremos dejar un poso en los chavales y en el centro que nos acoge", comenta De la Fuente.
Las despedidas precedieron a la vuelta al autobús y, con ella, al silencio, que volvió a adueñarse de la escena. Solo las dos educadoras que acompañaban a los chicos fueron capaces de arrancarles alguna palabra, a modo de conclusión.
"Tenemos que valorar las cosas simples, como poder jugar a balonmano", "hay que afrontar la vida con actitud, por muy jodido que estés", "el entorno y la familia hay que cuidarlos"... fueron algunas reflexiones de los chicos, de 17 y 18 años.
El futbolista del Benjamín Michal Zuk es bastante más pequeño --tiene 10 años--, pero en sólo un mes ya acumula más de dos mil seguidores en Instagram. Poca ventaja le dio eso ante Tomás, el pensionista con el que le agruparon en la visita de su equipo a la residencia Blau Almeda.
¿Se puede comprar sin salir de casa? Les preguntaron. "Sí, por Amazon", respondió raudo Zuk. Tomás, con cara de sorpresa, le interpeló: "Niño, si me hablas en catalán no te entiendo". Todos a su alrededor rieron, pero ni Michal ni Tomás acabaron de comprender el chiste.
Dentro del proyecto Masía Solidaria, los más pequeños de la cantera del Barça visitan residencias de ancianos. A esas edades todavía suelen disfrutar de sus abuelos, por lo que las pedagogas que los acompañaban les pidieron que los trataran exactamente igual. Ellos parecían tenerlo claro: esa tarde tenían que "hacer reír a los abuelos y darles alegría".
Los niños se esforzaron en hacerlo desde las presentaciones. Tenían repartidos por las mesas objetos de ayer y de hoy; y los unos se los descifraban a los otros, los mayores a los jóvenes y los jóvenes a los mayores, para limar las asperezas generacionales.
Entre teléfonos con disco de marcar y aplicaciones móviles, los benjamines fueron transmitiendo esa jovialidad prometida a los abuelos.
En secreto, casi al oído, la octogenaria María España le hacía una confesión a una de sus cuidadoras. "Esto da media vida", aseguraba mientras besaba en la cabeza a uno de los canteranos azulgranas.
Tampoco querían perderse nada los habituales del centro de discapacidad intelectual Finestrelles, entidad que visitaron los cadetes del fútbol sala azulgrana. La expectación en la fundación de Esplugues era máxima, sobre todo por la buena impresión que habían dejado las visitas precedentes.
Pedro, un hombre con síndrome de Down, había rescatado de su armario una camiseta con el escudo del Barcelona en el pecho, e hizo pasar a los deportistas a su taller a fuerza de abrazos.
En Finestrelles se elaboran manufacturas, que posteriormente se venden y reportan un sueldo a sus trabajadores, discapacitados intelectuales. El objetivo de la visita, detalla De la Fuente, era "normalizar ese tipo de circunstancias".
Los cadetes del Barcelona, algunos con más habilidad que otros, trabajaron toda la tarde codo con codo con los internos. Aunque el momento álgido llegó con la foto de familia: el salón principal del centro se convirtió por un momento en el Camp Nou en día de Clásico, gracias al canto al unísono y a capela del himno culé.