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Un bronce amargo y una plata que sabe a gloria

Ginés Muñoz.

Barcelona, 29 jul .- El Europeo de Barcelona dejó a España un bronce amargo y una plata que sabe a gloria, pese a que perder una final y hacerlo además en la tanda de penaltis siempre resulta doloroso.

Los chicos de David Martín cayeron de nuevo en ese último partido ante Serbia y en la serie de penas máximas, como sucedió en el Mundial de Roma 2009. Pero volver a pelear por el oro después de nueve años sin asomarse a la lucha por las medallas es para sentirse orgullosos.

Más aun después de haber eliminado a Grecia en cuartos, a Italia en semifinales y haber plantado cara hasta la última posesión al vigente campeón olímpico. Y es que, desde su declaración como estado independiente, Serbia ha ganado cinco Europeos, los últimos cuatro de forma consecutiva.

En cualquier caso, tras Barcelona, la selección española masculina vuelve a estar entre las grandes. En las Piscinas Picornell ningún equipo fue superior a ella en los cuatro cuartos reglamentarios.

Demostraron tener la mejor defensa y el mejor portero -un sensacional Daniel López Pinedo- del campeonato y solo la fatídica tanda de penaltis tras el 7-7 con el que acabó la final le impidieron proclamarse, por primera vez en su historia, campeón de Europa, la única medalla de oro que le falta en una gran competición.

Martín cuenta con un equipo joven con mucho talento que aun debe seguir curtiéndose en las grandes citas como la de este Europeo para instalarse definitivamente en la élite del waterpolo mundial. Pero el futuro de esta selección pinta muy bien.

Las 'guerreras' de Miki Oca, en cambio, se marchan de la capital catalana con la sensación de haber perdido una ocasión de oro para volver a reinar en el torneo de casa, como ya hicieran en el Mundial de Barcelona 2013.

Una mala tarde en defensa y especialmente de la portera Laura Ester en la semifinal ante Grecia las dejó fuera de la final, cuando hasta ese momento habían pasado como una apisonadora por la competición.

En el partido por el tercer y cuarto puesto golearon sin piedad a Hungría (12-6), pero un bronce a veces sabe a poco para una superpotencia del waterpolo, que es en lo que se ha convertido España en la última década.

Y es que tras la inesperada medalla de plata en el Europeo de Málaga 2008, España se había colgado la plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el oro en el Mundial de Barcelona 2013, el oro en el Europeo de Budapest 2014 y la plata en el Mundial de Budapest 2017. Todas, salvo la de Málaga, obra de Oca.

Al final, el título en Barcelona 2018 fue para Holanda, que se proclamó campeona de Europa por quinta vez en su historia y por fin regresó a lo más alto del podio tras haber perdido las dos últimas finales de esta competición.

Al margen del aspecto deportivo, el Europeo de Barcelona ha sido un éxito de organización y de público, como casi cualquier evento que se organiza en la Ciudad Condal.

La LEN apostó, como en Zagreb 2016, por convertir su competición estrella en una gran espectáculo, aunque en la capital catalana se dio un paso más.

En un escenario único como las Picornell se instalaron unas gradas con capacidad para 4.100 espectadores, que se llenaron completamente en los partidos de las luchas por las medallas.

Y los 270 metros cuadrados de pantallas LED, los espectáculos de baile y música en directo convirtieron la piscina en una gran fiesta donde los espectadores no solo podían disfrutar de grandes partidos.

Las dos medallas de las selecciones anfitrionas fueron la guinda a un Europeo que confirmó que el waterpolo de élite, si se sabe vender bien, engancha. Celebrarlo en Barcelona es apostar, además, a caballo ganador.

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