Un partido separa a la hispano-venezolana Garbiñe Muguruza clasificarse para su segunda final de un Grand Slam, el que la jugadora de 22 años tiene que jugar en Roland Garros mañana contra la veterana australiana Samantha Stosur, diez años mayor.Luis Miguel Pascual
El duelo podría resumirse como un choque generacional, pero en los últimos tiempos Stosur no disputa ya los últimos turnos de los grandes torneos, esos a los que empieza a habituarse Muguruza.
Cuando la australiana alcanzó la final de Roland Garros en 2010, la española tenía 16 años. Al año siguiente, Stosur se alzó con el Abierto de Estados Unidos y, en 2012 regresó a las semifinales de París. Desde entonces, sus resultados han sido más modestos.
"Nunca hay que enterrar a los veteranos. A Stosur la encuentro muy bien para ser una veterana. No tiene que ver con la edad o el tiempo en el circuito, no lo analizo así las cosas", asegura el entrenador de Muguruza, Sam Sumyk, al que muchos imputan la metamorfosis de la caraqueña.
Tampoco la tenista australiana parece conceder demasiada importancia a esos hechos.
"Haber ganado un Grand Slam no quiere decir que las cosas sean más fáciles. He estado entre las 10 mejores, pero la clave es levantarse cuando te has caído y para eso hay que trabajar. Creo que es posible renacer de tus cenizas", advierte la australiana.
Ella lo sabe bien, puesto que su carrera estuvo en peligro por un extraño mal en 2008, cuando su carrera empezaba a despuntar, una enfermedad cuyo origen parece estar en la mordedura de una garrapata y que prácticamente le apartó de las canchas.
Pero la australiana la combatió y, cuando parecía que podía recobrar su nivel, sufrió una lesión en el hombro que le hundió en los confines del ránking. Stosur no se detuvo y peleó para volver al más alto nivel, hasta que levantó un Grand Slam.
Con esa experiencia, la australiana acumuló confianza a la hora de afrontar este tipo de partidos. "Antes de haber ganado un Grand Slam no sabía si podía hacerlo. Ahora sé que soy capaz", asegura.
En el campo de la española la prudencia es la clave. Rodeada de su familia, Muguruza se ha sumergido en una burbuja en París de la que no sale ningún rastro de euforia ni de derrotismo.
Sumyk, el único que atiende a los medios tras una hora de entrenamiento matutino, asegura que "no se puede ganar siempre", aunque señala que su chica está en buenas condiciones.
"Garbiñe va a su propia velocidad, está en buena salud y trabaja cada día (...) El salto lo ha dado ella", señala el preparador.
Alaba "la ambición, las ganas de hacerlo bien" y la "capacidad de trabajo" de su jugadora, que se combinan con sus "muchas cualidades": "Estoy intentando usarlas lo mejor que puedo y lo mismo hace ella", afirma.
"Garbiñe sabe cómo manejar esas situaciones y la presión. Tal como lo veo, ella va a jugar contra otra gran jugadora, pero no vamos a sobrestimar ni infravalorar a nadie. Y Garbiñe debería hacer lo mismo con ella misma", señala Sumyk.
El entrenador augura "un partido muy igualado" en el que las dos tenistas tendrán que manejar la presión: "Cualquiera está encantado de estar en la semifinal de un Grand Slam. No sé si podemos llamarlo presión. Por ahora es muy merecido que esté aquí", señala.
"Garbiñe tiene que fijarse en ella misma, no en su rival", señala el preparador.
Por el momento, Muguruza solo ha jugado una vez contra Stosur. Fue sobre la tierra batida de Madrid en 2014 y la australiana se impuso en tres sets, 7-5, 3-6 y 6-1.
Desde entonces, la española ha dado un paso adelante en su tenis y, desde el escalón de cuarta raqueta del mundo, está al acecho de la cumbre del tenis femenino.