Luis Miguel PascualParís, 3 jun .- Juan Martín del Potro y Diego Schwartzman tratarán este lunes de clasificarse para cuartos de final de Roland Garros, y si lo consiguen, Argentina tendría por primera vez a dos representantes entre los ocho mejores del torneo desde 2005.
Entonces fueron Mariano Puerta, que acabó perdiendo la final contra el español Rafael Nadal, que comenzó ahí su reinado en París, y Guillermo Cañas, que cayó en esa ronda frente al ruso Nikolay Davydenko.
Fue un año después de que Argentina tuviera cuatro representantes en cuartos, Gastón Gaudio, que terminó ganando, Guillermo Coria, que acabó llorando, David Nalbandián, que decepcionó y Juan Ignacio Chela, que ahora entrena a Schwartzman.
Los años brillantes no tuvieron continuidad, aunque sí algún chispazo brillante, como 2012, con Del Potro y Juan Mónaco en octavos, aunque el segundo no superó la ronda. Este año, otra vez dos entre los 16 mejores.
Del Potro vuelve a ser la mejor baza. Es verdad que el de Tandil no estaba en octavos desde aquel 2012 y que en París sus resultados no han sido los mejores, más allá de aquella semifinal de 2009 que perdió contra el suizo Roger Federer.
Pero a sus 29 años, el argentino parece estar viviendo un momento dulce, una segunda juventud, superados sus problemas físicos.
El quinto favorito se dejó un set en su debut ante el francés Nicolas Mahut, pero desde entonces su recorrido es impoluto. Su juego ha ido mejorando con el paso de los minutos y frente al español Albert Ramos, en la central y en tercera ronda, demostró que puede domesticar a un especialista en esa superficie.
No será el caso con su rival en octavos, el estadounidense John Isner, noveno cabeza de serie, lejos de ser un terráqueo. El gigantón de Tampa, un cañonero de 33 años, juega sus terceros octavos en París, más que en ningún otro grande.
Isner ha ganado a Del Potro los dos últimos duelos, aunque el argentino le ha vencido en seis de las diez confrontaciones totales, ninguna de ellas sobre tierra batida. Ventaja para el de Tandil a condición de que no se confíe.
Schartzman nunca ha estado en unos cuartos en Roland Garros, aunque sí en el pasado Abierto de Estados Unidos.
El año pasado los rozó, pero en su camino se cruzó Novak Djokovic. Vendió cara su derrota. Cinco sets tuvo que sudar el serbio para apearle. Le quedó clavada una espina que el bonaerense quiere ahora sacarse a costa del sudafricano Kevin Anderson, otro gigante, otro cañonero, otro veterano que por cuarta vez juega los octavos en París pero que nunca los ha superado.
Schwartzman, que es undécimo cabeza de serie, llega con el hambre de la juventud pero también con más madurez que el año pasado. Ha aprendido a domesticar su rabia, a usar sus armas y mantener la calma. Si le resta al sudafricano tendrá mucho ganado.
Tendrá que superar sus límites. Ya lo hizo en tercera ronda contra el croata Borna Coric, a quien nunca había ganado y al que venció en tres sets para plantarse en octavos sin ceder un solo parcial.
El único octavofinalista que lo logró sin contar con el defensor del título, Nadal, que sería su rival si ambos se clasifican.
Para ello tendrá que ganar por vez primera a Anderson, con quien ha perdido dos veces. Sobre tierra batida en Niza en 2016, y a cinco sets en el Abierto de Australia el año antes. Ganó un set en este último, el único que le ha arrebatado. Superar sus límites.