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Nadal, el virus de la perfección

Luis Miguel Pascual / EFE

"La perfección no existe, para mí es buscar siempre adaptarte al contexto", aseguró Rafael Nadal unos días antes de ganar su decimotercer título de Roland Garros y su vigésimo Grand Slam.

El español, de 34 años, sigue poniéndole ladrillos al edificio de su leyenda, que se ha convertido en un fortín en la pista Philippe Chatrier y que asciende a la altura del suizo Roger Federer en total de grandes.

Inquebrantable su ansia de victoria, Nadal se sobrepuso para lograrla a unas condiciones más adversas que las habituales en el torneo que ha domesticado a base de pundonor.

Tras haber ganado 12 Roland Garros en la primavera parisiense, el español lo hizo también en el otoño de la capital francesa, en el que encontró acomodo el torneo tras su aplazamiento por la pandemia de coronavirus.

Un cambio que conllevó más frío y más humedad, condiciones más desfavorables para su tenis. Además, el español, que estuvo seis meses parado por el confinamiento, llegó a París con solo tres partidos en sus piernas, menos rodaje que nunca. Por si fuera poco, el torneo cambió las pelotas y puso otras más duras y pesadas, también menos propicias a sus golpes.

Rafa Nadal, la costumbre de ganar en París

Nadal convirtió una vez más los obstáculos en palancas para sobreponerse a todo ello y demostrar que es el campeón en adaptación. La final contra el serbio Novak Djokovic fue la demostración de que el español es el número uno a la hora de adaptarse al medio.

Con este triunfo, Nadal agranda su leyenda en París, donde ha logrado 13 títulos en 16 participaciones, 100 victorias en 102 duelos contra 66 rivales diferentes, 299 sets ganados por solo 27 perdidos.

Ninguno en esta edición, que es la cuarta que se lleva sin perder un set, tras las de 2008, 2010 y 2017.

Inoxidable, Nadal ha ganado con 34 años, lo que le convierte en el segundo vencedor más veterano, después de su compatriota Andrés Gimeno, que venció en 1972 con casi 35.

Quince años han pasado desde el primer triunfo de aquel joven de 19 años que aterrizó en París con melena larga, pantalones de pirata y camiseta sin mangas, que apenas decía cuatro palabras en inglés.

El español suma ya cinco grandes desde que superó la treintena y la fuerza que demuestra en el campo no augura un final a su serie vencedora.

Su dominio en París no tiene comparación. Ni en Grand Slam ni en ningún otro torneo. El español destronó también a Navratilova, que ganó 12 veces el torneo de Chicago.

Con sus 20 grandes igualó a Federer y se queda a dos de Steffi Graf, a tres de Serena Williams y a 4 de Margaret Court.

Roland Garros encumbra a una leyenda

Pero su leyenda tiene un puesto de gloria en la pista Philippe Chatrier, que en esta edición ha estrenado un techo que no evita su ascenso al olimpo.

En Roland Garros plantó cara a un Federer que dominaba el circuito cuando él aterrizó y al que mantuvo a raya, y así el suizo solo ganó en París el año que Nadal perdió contra el sueco Robin Soderling su primer partido.

En París detuvo las embestidas de un Djokovic que dominaba todo el circuito pero que, sistemáticamente, chocaba contra el rey de la tierra batida.

Y en la tierra batida francesa parece querer alargar su reinado pese a todas las embestidas, del tiempo, de Djokovic, de la nueva generación y cuantos obstáculos le quieran poner por delante. Nadal domina y nadie se atreve a augurar su fin.

Rafa Nadal, con su 13º Roland Garros (Foto: EFE).

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