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Dustborn, la eterna y necesaria lucha de los marginados

La inspiración comiquera, clave en el concepto y los diseños de Dustborn.
Alejandro Ruiz

Para el momento en el que estas palabras aparecen publicadas, Dustborn se encuentra ya disponible para su compra. A pesar de ello, no ha recibido mucho bombo publicitario ni mediático en los días previos a esta salida. Es algo que ocurre aun cuando el juego tiene un mensaje interesante que ofrecer, más allá del público al que pueda estar dirigido. Dustborn es, a grandes rasgos, una obra destinada a volverse de culto, una pieza arriesgada y, al mismo tiempo, necesaria mientras existan voces ignorantes que hablen de conspiraciones para meternos con calzador... ¿ideas positivas?

Desarrollado por Red Thread Games, lo más llamativo tras Dustborn es quizás que ha sido distribuido por Spotlight, empresa centrada en publicar juegos indies y que, a su vez, forma parte de Quantic Dream (compañía reconocida por algunos de los juegos narrativos más reconocidos de la industria, como Heavy Rain, o el más reciente Detroit: Become Human). Con este contexto detrás, hablamos de una iniciativa que ha recibido apoyo para salir adelante, pero sin abandonar ese espíritu indie que, para bien o para mal, acompaña al título de principio a fin.

Viajando con la pandilla

Dustborn es un juego principalmente narrativo. Un viaje por carretera visto desde la perspectiva de Pax, una joven que ha sufrido toda su vida el ser una divergente, una persona con poderes relacionados con la voz, diferentes para cada individuo. En su caso, es capaz de transmitir emociones negativas con sus palabras y afectar al comportamiento de los demás. Con el fin de escapar de un sistema que quiere acabar con todos los divergentes, Pax organiza un robo de datos confidenciales para venderlos a un grupo afín a la causa de los perseguidos. El juego nos llevará a vivir el viaje que realiza junto a sus compañeros huyendo de las fuerzas de la ley, mientras fingen formar una banda de rock que se encuentra de gira por el territorio de Justicia (antiguos Estados Unidos).

Lo que Dustborn nos ofrece más allá de esta premisa es una aventura de acción en tercera persona que, de entrada, resulta muy llamativa por su diseño artístico muy cuidado. No esconde sus referentes al presentar un estilo clásico de cómic de superhéroes, tanto en el mundo 3D que exploramos como en las diferentes viñetas que nos muestran las elecciones y eventos vividos en capítulos previos.

Su estilo y su narrativa son, a mi parecer, lo mejor que trae el título, ofreciéndonos un variopinto grupo de personajes que se irán sumando a nuestra expedición para conformar una suerte de clan de incomprendidos, de personas que han sufrido por un sistema nocivo y ahora cargan con sus consecuencias. El ritmo de la historia, de los diálogos y de las pequeñas decisiones que podremos tomar como Pax son los mejores ingredientes para garantizar que esta aventura merezca la pena. El carisma de los personajes, sus manías y sus ocurrencias consiguen que, poco a poco, les cojamos cariño y nos llegue el mimo y el esfuerzo que el equipo ha puesto en conformar su mundo.

El trasfondo también tiene sus peculiaridades, aunque algunas ideas son más estrafalarias y cafres que otras. Hablamos de un futuro paralelo al nuestro, en el que Kennedy nunca fue asesinado y un terrible suceso creó a los divergentes y provocó los ecos, unas nubes invisibles de desinformación que afectan a las mentes de las personas con ideas negativas. Hay conceptos poco sutiles como este, y es que muchos de los aspectos más fantásticos de los que dispone el juego son al final metáforas bastantes obvias sobre problemas muy actuales, como la falta de rigor de los medios o el odio y las mentiras que infectan las redes sociales. La historia no pretende ser un ensayo filosófico sobre estos temas, pero los aborda y los señala directamente, al tiempo que también habla de cosas tan importantes como la salud mental y la gestión emocional, todo arropado por una política clara de aceptación social hacia todos los colectivos, tal y como merecen.

Es por esta razón que Dustborn puede convertirse en una obra de culto, abrazada por todos aquellos que puedan sentirse identificados con los temas y personajes que aparecen representados. Por desgracia, va a ser señalado como un producto “con una agenda política de izquierdas” y algunas tonterías más. La realidad es que estamos frente a una obra que merece la pena por lo que es, y que disfrutará todo aquel que no se deje influenciar por distorsiones intolerantes.

Baches en la carretera

Dicho esto, Dustborn no es un juego perfecto. Mientras que su núcleo más sólido es su historia, los desarrolladores han querido ofrecer una experiencia variada de juego, incluyendo combates, algo de exploración e incluso minijuegos de música. Y, aunque en general tiene sentido su inclusión, son apartados que se resienten bastante por varios problemas.

El más obvio de todos es el sistema de combate. Nos plantea batallas a tiempo real en la que golpearemos con nuestro bate a los enemigos, disponiendo de una esquiva, un bloqueo, un ataque especial más fuerte y la posibilidad de utilizar nuestros gritos con diferentes efectos en rivales y aliados. Pero nada muy complejo. Es un sistema simple y mecánicamente farragoso, con animaciones lentas, poco cuidadas y en general mal optimizado. Parece que los mismos desarrolladores son conscientes de que los combates no son su fuerte y nada más comenzar el juego se nos dará la opción de reducir la frecuencia de los mismos (y de hecho recomiendo que se active). La exploración también se ve algo afectada por un control poco fluido, pero al menos hay que reconocer que el buen diseño de escenarios compensa este apartado. Por último, los minijuegos de música, en los que iremos pulsando botones a medida que aparecen en pantalla al ritmo de las canciones que toca la banda, pueden ser entretenidos, pero tampoco inventan nada nuevo.

Hay algunos otros detalles que pueden mencionarse como la posibilidad de recoger posibles regalos para nuestros compañeros o la importancia de las decisiones que tomamos y que pueden afectar a la a sus personalidades y la evolución de sus actitudes. Sobre esto último, la única pega que le pongo es que la toma de decisiones se presenta de una forma poco intuitiva y serán muchas las veces que no tendremos muy claro cuál es el efecto de nuestra elección en los demás, hasta el punto de que algo que decimos con intención de mejorar la percepción de algún compañero sobre Pax puede llegar a tener el efecto contrario sin que entendamos muy bien por qué. Es algo que debería pulirse mejor en un juego en el que las decisiones afectan tanto a la propia historia, especialmente al intentar presentarlo de forma accesible, pero cayendo en lo contrario a lo deseado.

Las conclusiones sobre Dustborn

En conclusión, Dustborn podría definirse como un atípico cómic de superhéroes marginados presentado como videojuego, que puede disfrutarse mucho, aun contando con varias asperezas que no dejan de ser comprensibles al tratarse de un estudio indie. Lo más importante aquí es su mensaje y su clara intención de ofrecer una amplia diversidad en los personajes que encontramos, pero también es una aventura muy divertida y gamberra que puede disfrutarse a cualquier edad.

Lo mejor

  • Su historia y sus personajes. Hay mucho carisma, un humor muy bien llevado y se tratan temas importantes.
  • Su apartado artístico es una delicia.
  • Se agradece el esfuerzo por aportar variedad...

Lo peor

  • ...aunque ni el combate ni la exploración estén todo lo pulidos que deberían.
  • La toma de decisiones puede causar confusión por la ambigüedad de algunas respuestas.

75/100

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